DÍA CUATRO
I. La yerba buena o
yerba sana, y la rosa sin olor
1. Lo que llamamos yerba buena
es uno de los adornos de nuestros jardines y huertas. Es verdad, no tiene
otras cualidades que su color verde, su perpetuidad, su gran
multiplicación al borde de los arroyos, y además, su gran
fragancia cuando se toca, se divide y se pisa. Tiene, además,
varias virtudes y propiedades para el servicio nuestro. Únase la yerba
buena con la rosa sin olor, y tendrá el ramillete de hoy olor y belleza.
II. La misericordia
2 . La caridad para con los
prójimos, o sea el amor de Dios, al difundirse desde nuestros corazones
hacia los prójimos, produce en nuestras almas un efecto que le es muy
natural, tal es la misericordia; esto es, le dispone a tomar parte y
a mirar por propias las necesidades de nuestros prójimos. El que no
tiene un corazón que parte las penas con sus prójimos, mirándolas como
cosa suya, no tiene misericordia; esto es, un corazón afectado a la
presencia de la miseria y de las necesidades ajenas; y el que no usa de
misericordia, no hallará en Dios misericordia. En el jardín misterioso de
la Iglesia, ninguna planta hemos encontrado que más se acomode en sus
propiedades y virtudes a la misericordia que la yerba buena o yerba sana.
III. La misericordia
en María
3. María, desde su concepción
inmaculada, tomó como propia la causa de todos los hijos de Adán, y movida
e impulsada por esta virtud, negoció eficazmente con Dios
nuestra salvación. Esa Madre de misericordia toma por suyas
las necesidades de sus hijos.
IV. Yerba buena y la
rosa de todo el año a María
4. ¿Tienes amor verdadero a
Dios y a tus prójimos? Si tienes caridad, la misericordia es una hija
suya, y estará contigo: y si hay en ti misericordia,
padecerás por todas aquellas causas y motivos por los que sufrió y padeció
Jesús y María su santísima Madre. Tendrás pena y compasión de los
males morales gravísimos que afligen a nuestra santa madre
la Iglesia; y tomando por propias las miserias y necesidades espirituales
de las almas, te sacrificarás por ellas.
Presentación a María de este ramillete
ORACIÓN. Señora, ¿qué puedo yo hacer para el bien de
las almas? Yo me ofrezco en sacrificio al pie de la cruz para
su salvación. Yo me obligo, yo me comprometo a poner por obra la
misericordia de aquel modo y bajo la forma que me sea designada por las
leyes de la caridad. Recibid, Señora, esta mi ofrenda; aceptad este ramo
siempre verde; bendecid mis propósitos; alcanzadme las gracias y
dones que necesito para conservar esta virtud en mi corazón.