DÍA 30 DE MAYO
[Después de recitar el santo rosario
y las letanías, se da comienzo al piadoso ejercicio del mes de mayo, con algún
canto introductorio como “Venid y vamos todos”.]
INVOCACIONES
INICIALES
A
LA VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE MISERICORDIA
Te saludamos, Virgen María, Reina clemente que, habiendo
experimentado la misericordia del Padre
de un modo único y privilegiado, acoges a todos los que en ti se
refugian y los escuchas cuando te invocan. Avemaría
y Gloria
Te saludamos, Virgen María, Madre de la misericordia, atenta
siempre a los ruegos de tus hijos, para impetrar indulgencia y obtenerles el
perdón de los pecados. Avemaría y Gloria
Te saludamos, Virgen María, dispensadora del amor divino, que ruegas incesantemente a tu Hijo por
nosotros, para que su gracia enriquezca nuestra pobreza y su poder fortalezca
nuestra debilidad. Avemaría y Gloria
DÍA 30 DE
MAYO
[Después se lee lo
propio para cada día del mes]
La caridad de
María para con nosotros, según nos lo afirma san Bernardo, no puede ser ni mayor
ni más poderosa de lo que es. Por lo cual se compadece siempre generosamente de
nosotros con su cariño y nos socorre con su poder. Siendo, por tanto, purísima
Reina mía, rica en poder y rica en misericordia, puedes y deseas salvamos a
todos. Te diré, pues, hoy y siempre, con el devoto Blosio: “María santísima, en
esta gran batalla que con el infierno tengo empeñada ayúdame siempre, y cuando
veas que me hallo vacilante y próximo a caer, tiéndeme entonces, Señora mía,
más pronto tu mano y sostenme con más fuerza”. ¡Dios mío, cuántas tentaciones
tendré que vencer hasta la hora de mi muerte! María, esperanza, refugio y
fortaleza mía, no permitas que pierda la gracia de Dios, pues propongo acudir
siempre a ti en todas las tentaciones, diciendo:
Jaculatoria: Ayúdame, María; María,
ayúdame.
ORACIÓN PARA FINALIZAR LA
VISITA DIARIA
¡Inmaculada Virgen y
Madre mía santísima! A ti, que eres la “Madre de mi Señor”, la Reina del mundo,
la abogada, la esperanza y el refugio de los pecadores, acudo en este día yo
que soy el más necesitado de todos. Te alabo, Madre de Dios y te agradezco
todas las gracias que hasta ahora me has hecho, especialmente la de haberme
librado del infierno que tantas veces he merecido. Te amo, Señora y Madre mía, y por el amor que
te tengo te prometo servirte siempre y hacer todo lo posible para que seas
también amada de los demás. En ti pongo mi esperanza y mi eterna salvación. Madre de misericordia, acéptame por tu hijo y
acógeme bajo tu manto, y ya que eres tan poderosa ante Dios, líbrame de las
tentaciones y dame fuerza para vencerlas hasta la muerte. Te pido el verdadero
amor a Jesucristo. De ti espero la gracia de una buena muerte. Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te
ruego que siempre me ayudes, pero mucho más en el último momento de mi vida. No
me desampares mientras no me veas a tu lado en el cielo, bendiciéndote y
cantando tus misericordias por toda la eternidad. Amén. [Se puede terminar con alguna oración popular a la Virgen como la Salve,
Oh Señora mía, Bendita sea tu pureza, etc, o un canto apropiado.]