Santo Rosario.
Por la señal...
Monición
inicial: En la fecha de su nacimiento, se celebra la memoria de san Leopoldo de
Castelnuovo Mandic, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos,
que ardió de celo por la unidad de los cristianos y gastó toda su vida
trabajando para la reconciliación de los mismos. Destacó por su labor de
confesor. Murió el 30 de junio de 1942. Con algunos pensamientos de este gran
defensor de la Corredención de la Virgen María, meditamos el rosario de hoy.
Señor mío
Jesucristo...
MISTERIOS LUMINOSOS
1.-El Bautismo del Señor en el Jordán
“Debemos
tener presente en la mente y en el corazón, cuanto nos sea posible, la divina
Víctima, que se ofrece por nosotros a cada hora del día y de la noche... ¡El
que se ofrece es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!... ¡Si
faltase en el mundo, aunque fuera por un instante, la celebración de la santa
Misa, caería el mundo en la más espantosa de las catástrofes!....”
2.-El Milagro de las Bodas de Cana
“Yo,
fraile Leopoldo Mandic Zarevic, creo firmemente que la Santísima Virgen, en
cuanto a que ella fue la Corredentora de la raza humana, es la fuente moral de
toda gracia, ya que todos hemos recibido de su plenitud.”
3.- El anuncio del Reino invitando a la conversión.
“Nosotros
los sacerdotes, al confesar, no debemos hacer gala de cultura ni debemos
ofrecer explicaciones elevadas; el confesor debe ser humilde y prudente, pues
el amor propio nos puede mover a buscar la admiración o el reconocimiento, como
la pereza nos puede mover a dar siempre el mismo consejo, y dar rápidamente la
absolución”.”
4.-La Transfiguración del Señor
“«Ocultemos
todo, aun lo que puede parecer don de Dios; no sea que se manipule. ¡Sólo a
Dios honor y gloria! Si posible fuera, deberíamos pasar por la tierra como
sombra que no deja rastro de sí».”
5.- La institución de la Eucaristía
“-¡Comulgue
cada día! Es lo único que le pide el divino Redentor. Son tantos los hermanos
seglares que no dejan la Comunión ni un solo día, a pesar de los sacrificios
que les supone. Piense en la palabra del Señor cuando prometió este Sacramento:
“Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Quien come mi carne
y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” . Más de esto, ya no se puede
decir.”