Homilía de maitines
VIERNES
DE TEMPORÁS EN LA OCTAVA DE PENTECOSTES
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Libro 5 sobre el cap. 5 de San Lucas, después del principio
No es vana ni de poca importancia la curación de
este paralitico, pues vemos que antes de realizarla oró el Señor. No oró para
impetrar auxilio alguno, sino para darnos ejemplo. Nos mostró el ejemplo que
debíamos imitar; no buscó la ostentación en la oración. Habiendo acudido de
todas partes de Galilea, de Judea y de Jerusalén doctores de la Ley, entre las
curaciones de otros enfermos, el Evangelio nos describe la curación de este
paralítico. Ante todo, según hemos ya indicado anteriormente, debe procurar
quienes se interesen por su salud, a fin de que, gracias a ellos, el
relajamiento de nuestra vida y el curso vacilante de nuestras acciones, sean
reformados mediante la medicina de la palabra celestial.
Tenga, pues, nuestro espíritu algunas personas que
con sus advertencias eleven el alma hacia las cosas superiores, aunque ella se
sienta como impedida por la debilidad exterior del cuerpo. Mediante su auxilio
será fácil al alma levantarse y humillarse ante Jesús, haciéndose así digna de
que la mire el Señor. Pues es cierto que él atiende a los humildes, supuesto
que él fijo sus ojos en la humildad de su sirvienta. Al ver el Hijo de Dios la
fe de aquellos hombres, dijo: “Te son perdonados tus pecados” ¡Cuán grande es
el Señor, que perdona a los unos por los méritos de los demás, y que mientras
manifiesta su aprobación a los unos, perdona las faltas de los otros! ¿Por qué,
oh hombre, la plegaria de tu igual no tendría influencia sobre ti, cuando para
con Dios un esclavo tiene el mérito necesario para interceder y el derecho de
pedir?
Aprende, tú que juzgas, a perdonar; aprende, tu que
estás enfermo, a impetrar. Si desconfías de conseguir el perdón de los pecados
graves, acude a quienes rueguen por ti, pide a la Iglesia, para que ruegue por
ti para que, por consideración a ella, lo que a ti podía negar el Señor, te sea
perdonado. Y aunque no debamos dejar de creer lo que nos enseña la historia,
-creemos, en efecto, que el cuerpo de este paralítico fue verdaderamente
curado,- reconozcamos con todo en él, la curación del hombre interior, al cual
se han perdonado los pecados. Cuando los Judíos afirman que los pecados
solamente pueden ser perdonados por Dios, confiesan ya a Jesús por Dios, y
muestran su mala fe, reconociendo la obra divina, pero negando la divinidad de
la persona.
Transcripto por Dña. Ana María Galvez