Homilía
de maitines
MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Trat. 26 sobre san Juan, después del principio
No creas que eres atraído por fuerza. El alma es
atraída por el amor. No debemos temer que los hombres que pesan las palabras y
que están muy lejos de entender las cosas divinas, nos reprendan por haber
interpretado las Escrituras santas contenidas en la palabra evangélica, y nos
digan: ¿Cómo puedo creer con voluntad libre si soy atraído? Mas yo digo: Es
poco decir: con la voluntad, somos atraídos por el placer. ¿Qué significa ser
atraído por el placer? “Deléitate en el Señor y te dará lo que pida tu corazón.”
Existe cierto gusto del corazón, que tiene sus delicias en el pan del cielo. Y más,
si pudo decir el poeta: “Cada cual es atraído por su placer” (No dijo “por la
necesidad” sino “por el placer”; no “por la fuerza” sino “por el deleite”). ¿Con
cuanta mayor razón debemos decir nosotros que el hombre es atraído a Cristo
cuando se deleita en la verdad, en la justicia, en la vida eterna que esta toda
en Cristo? ¿Acaso el cuerpo tendrá sus deleites, y se verá privado de los suyos
el alma? Si el alma no tiene sus propios deleites, ¿por qué se ha dicho: “Los
hijos de los hombres esperaran bajo las sombras de tus alas?” ¿Quedarán
embriagados con la abundancia de tu casa, y les harás beber en el torrente de
tus delicias; porque en ti está la fuente de la vida, y en ti veremos la luz?
Si tratamos estas cosas con el que ama, con el que
desea, con el que anhela, con el que anda peregrinando en esta soledad, con el
que esta sediento y aspira por la fuente de la
vida eterna, estos tales a la verdad saben muy bien lo que digo. Más si
hablo con un corazón frio no sabe de qué hablo. Tales eran los Judíos que
murmuraban entre sí. El Salvador añade: “Aquel a quien mi Padre atrae, viene a
mí.” Mas, ¿qué significan estas palabras “Aquel a quien mi Padre atrae”, si es
el mismo Cristo quien atrae? Si hemos de ser atraídos, seámoslo por aquel a
quien un alma amante decía: “Corremos tras el olor de tus perfumes.”
Consideremos atentamente, amados hermanos, lo que el Salvador quiere que
entendamos y comprendamos en la medida de nuestras fuerzas. El Padre atrae
hacia el Hijo a los que creen en el Hijo, en cuanto están persuadidos de que
tiene a Dios por Padre. Dios Padre, efectivamente, ha engendrado un Hijo igual
a sí; y al hombre que reconoce en su mente que aquel en quien cree es igual al
Padre, que posee en su fe el sentimiento de esta verdad y la medita, el Padre
le atrae hacia su Hijo.
Transcripto por Dña. Ana María Galvez