lunes, 16 de mayo de 2016

ES NECESARIO QUE ABORREZCAS EN TI A TU OBRA, Y AMES EN TI LA OBRA DE DIOS. San Agustín


Homilía de maitines

LUNES DE LA OCTAVA DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Trat. 12 sobre San Juan, hacia el fin

El médico viene para curar al enfermo. El que lo está, se da a sí mismo la muerte si no quiere guardar los preceptos del médico. El Salvador vino al mundo. ¿Por qué ha sido llamado Salvador del mundo, sino porque ha venido para salvar al mundo y no para juzgarle? ¿No quieres ser salvado por él? Por culpa tuya serás juzgado. ¿Mas, que digo: serás juzgado? Considera lo que dice: “El que cree en él no es juzgado, mas aquel que no cree…” ¿Pensáis que va a decir: “será juzgado”? Dice más todavía: “Ya está juzgado”. Aún no ha empezado el juicio, y ya ha sido dictada la sentencia.
Conoce el Señor a los suyos; conoce a los que perseveran para ser coronados y a los que serán atormentados por las llamas. Conoce en su era lo que es trigo, conoce la paja; conoce el grano y la cizaña. El que no cree, ya está juzgado. “¿Por qué esta ya juzgado? Porque no cree en el nombre del Unigénito Hijo de Dios. Este juicio de condenación consiste en que “la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, y eso porque sus obras eras perversas.” Hermanos míos: ¿Quiénes son aquellos cuyas obras fueron halladas buenas por el Señor? Ninguno. Halló malas las obras de todos. ¿Cómo, pues, algunos amaron la verdad y vinieron a la luz? Pues esto es lo que sigue: “El que practica la verdad, viene a la luz.”
Pero los hombres amaron, dice, más las tinieblas que la luz”. Aquí está la fuerza del razonamiento. Muchos amaron, muchos confesaron sus pecados; pues bien; el que confiesa sus pecados, y acusa sus pecados, obra a la una con Dios. Dios acusa tus pecados; si tú también los acusas te unes con Dios. El hombre y el pecador son como dos cosas. Cuando digo hombre, a éste le hizo Dios; cuando digo pecador, este es obra del mismo hombre. Borra lo que hiciste, a fin de que Dios salve lo que hizo. Es necesario que aborrezcas en ti a tu obra, y ames en ti la obra de Dios. Más cuando empieza a disgustarte lo que hiciste, desde este punto empiezan tus buenas obras, ya que aborreces tus obras malas. A la verdad, el principio de las obras buenas consiste en la confesión de las obras malas.

Transcripto por Dña. Ana María Galvez