DÍA 18 DE MAYO
[Después de recitar el santo rosario
y las letanías, se da comienzo al piadoso ejercicio del mes de mayo, con algún
canto introductorio como “Venid y vamos todos”.]
INVOCACIONES
INICIALES
A
LA VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE MISERICORDIA
Te saludamos, Virgen María, Reina clemente que, habiendo
experimentado la misericordia del Padre
de un modo único y privilegiado, acoges a todos los que en ti se
refugian y los escuchas cuando te invocan. Avemaría
y Gloria
Te saludamos, Virgen María, Madre de la misericordia, atenta
siempre a los ruegos de tus hijos, para impetrar indulgencia y obtenerles el
perdón de los pecados. Avemaría y Gloria
Te saludamos, Virgen María, dispensadora del amor divino, que ruegas incesantemente a tu Hijo por
nosotros, para que su gracia enriquezca nuestra pobreza y su poder fortalezca
nuestra debilidad. Avemaría y Gloria
DÍA 18 DE
MAYO
[Después se lee lo propio
para cada día del mes]
Así como los
enfermos pobres, que por su miseria se ven desamparados de todos, hallan su
único refugio en los hospitales públicos, así los pecadores más desamparados,
aunque de todos sean despedidos, no se ven desamparados de la misericordia de
María, a quien Dios puso en el mundo con el fin de que fuese el refugio y
hospital público de los pecadores, como dice san Basilio. Y por esto san Efrén
la llama “asilo de los pecadores.” Por eso, si acudo a ti, Reina mía, no puedes
desecharme por mis pecados; antes bien, cuanto más desamparado me encuentro,
más motivo tengo para ser acogido bajo el manto de tu protección, ya que Dios
quiso crearte para que fueras el socorro de los desgraciados. A ti recurro,
María, y me pongo bajo tu manto. Tú, que eres el refugio de los pecadores, sé
mi refugio y la esperanza de mi salvación. Si tú me desechas, ¿a dónde acudiré?
Jaculatoria: María, refugio mío,
sálvame.
ORACIÓN PARA FINALIZAR LA
VISITA DIARIA
¡Inmaculada Virgen y
Madre mía santísima! A ti, que eres la “Madre de mi Señor”, la Reina del mundo,
la abogada, la esperanza y el refugio de los pecadores, acudo en este día yo
que soy el más necesitado de todos. Te alabo, Madre de Dios y te agradezco
todas las gracias que hasta ahora me has hecho, especialmente la de haberme
librado del infierno que tantas veces he merecido. Te amo, Señora y Madre mía, y por el amor que
te tengo te prometo servirte siempre y hacer todo lo posible para que seas
también amada de los demás. En ti pongo mi esperanza y mi eterna salvación. Madre de misericordia, acéptame por tu hijo y
acógeme bajo tu manto, y ya que eres tan poderosa ante Dios, líbrame de las
tentaciones y dame fuerza para vencerlas hasta la muerte. Te pido el verdadero
amor a Jesucristo. De ti espero la gracia de una buena muerte. Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te
ruego que siempre me ayudes, pero mucho más en el último momento de mi vida. No
me desampares mientras no me veas a tu lado en el cielo, bendiciéndote y
cantando tus misericordias por toda la eternidad. Amén. [Se puede terminar con alguna oración popular a la Virgen como la Salve,
Oh Señora mía, Bendita sea tu pureza, etc, o un canto apropiado.]