DÍA 23 DE MAYO
[Después de recitar el santo rosario
y las letanías, se da comienzo al piadoso ejercicio del mes de mayo, con algún
canto introductorio como “Venid y vamos todos”.]
INVOCACIONES
INICIALES
A
LA VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE MISERICORDIA
Te saludamos, Virgen María, Reina clemente que, habiendo
experimentado la misericordia del Padre
de un modo único y privilegiado, acoges a todos los que en ti se
refugian y los escuchas cuando te invocan. Avemaría
y Gloria
Te saludamos, Virgen María, Madre de la misericordia, atenta
siempre a los ruegos de tus hijos, para impetrar indulgencia y obtenerles el
perdón de los pecados. Avemaría y Gloria
Te saludamos, Virgen María, dispensadora del amor divino, que ruegas incesantemente a tu Hijo por
nosotros, para que su gracia enriquezca nuestra pobreza y su poder fortalezca
nuestra debilidad. Avemaría y Gloria
DÍA 23 DE
MAYO
[Después se lee lo
propio para cada día del mes]
Virgen querida,
san Buenaventura os llama “Madre de los huérfanos, y san Efrén, “Refugio de los
huérfanos.” Estos pobres huérfanos son los desventurados pecadores que han
perdido a su Dios. Por tanto, a ti acudo, Virgen santísima, aquí me tienes:
perdí al Señor, mi Padre. Pero tú, que eres mi Madre, haz que vuelva a
encontrarlo. En esta inmensa desgracia te llamo en mi ayuda. ¿Quedaré sin
consuelo? No, pues el papa Inocencio III me dice de ti: “¿Quién la invocó y no
fue por ella socorrido?” Y ¿quién ha orado ante ti sin que le hayas escuchado y
favorecido? ¿Quién se ha perdido que a ti haya recurrido? Sólo se pierde el que
no acude a ti. Por ello, Madre mía, si quieres que me salve, haz que siempre te
invoque y en ti ponga mi confianza.
Jaculatoria: María, Madre mía, haz
que en ti ponga toda mi confianza.
ORACIÓN PARA FINALIZAR LA
VISITA DIARIA
¡Inmaculada Virgen y
Madre mía santísima! A ti, que eres la “Madre de mi Señor”, la Reina del mundo,
la abogada, la esperanza y el refugio de los pecadores, acudo en este día yo
que soy el más necesitado de todos. Te alabo, Madre de Dios y te agradezco
todas las gracias que hasta ahora me has hecho, especialmente la de haberme
librado del infierno que tantas veces he merecido. Te amo, Señora y Madre mía, y por el amor que
te tengo te prometo servirte siempre y hacer todo lo posible para que seas
también amada de los demás. En ti pongo mi esperanza y mi eterna salvación. Madre de misericordia, acéptame por tu hijo y
acógeme bajo tu manto, y ya que eres tan poderosa ante Dios, líbrame de las
tentaciones y dame fuerza para vencerlas hasta la muerte. Te pido el verdadero
amor a Jesucristo. De ti espero la gracia de una buena muerte. Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te
ruego que siempre me ayudes, pero mucho más en el último momento de mi vida. No
me desampares mientras no me veas a tu lado en el cielo, bendiciéndote y
cantando tus misericordias por toda la eternidad. Amén. [Se puede terminar con alguna oración popular a la Virgen como la Salve,
Oh Señora mía, Bendita sea tu pureza, etc, o un canto apropiado.]