Meditación VIII
María y José en la cueva de Belén
¡VIVA JESÚS!
Ó SEA
MEDITACIONES
SOBRE
LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO
San Enrique de Ossó, presbítero
Oración preparatoria
para antes de la meditación.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.
Composición de lugar.
Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.
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Meditación VIII
María y José en la cueva de Belén
Punto primero. ¡Cuán bueno es el Señor Dios, hija o hijo mío, cuán bueno es! Preveía el Padre eterno que la mayor parte de los cristianos no sabrían tratar con delicada manera a su unigénito Hijo que enviaba al mundo para ser su Salvador, y para su instrucción hizo que los primeros adoradores de su Hijo fuesen María y José. María, Madre de Jesús, te enseña cómo debes regalar al Niño Jesús y acarciarle. Contempla con qué cuidado le envuelve en pobres, pero limpios pañales, le toma en sus brazos, le acaricia, le calienta y estrecha contra su seno virginal, le alimenta y le rodea de atenciones y solicitud maternal que le hacen más llevaderos sus sufrimientos, su desamparo y pobreza y el desamor de los hombres... Imita, hija o hijo mío, tan divino modelo, y como María procura consolar al buen Jesús, y suplir con tu amor subido y vigilante el poco amor o desvío y desprecio de los hombres. Acaricia y regala al tierno Infante con tus obras de amor. Ama, ama con todo tu corazón a Jesús.
Punto segundo. San José te servirá también de modelo para mostrarte cómo debes tratar y conversar con Jesús. Mírale a este ayo de Jesús, postrado alrededor de la cuna contemplando a su hijito amado. Él vela mientras María, ocupada en los quehaceres domésticos, debe separarse de su lado. Considera cómo observa los menores movimientos del tiernecito Infante, y si llora, le mece y le consuela, y le prodiga cuantos cuidados exquisitos puede inspirar el amor más cariñoso. Pondera cómo le adora y le besa con la más profunda humildad sus piececitos, y le toma en sus brazos para acallarle y pasearle, y con qué efusión le besa su frente divina, y su alma santa y pura se identifica con la de su Niño Jesús, con el que llenaba el oficio de padre. ¡Oh santo mío muy amado, padre y señor mío san José! Yo quiero amaros mucho y seros muy devota para que me enseñéis a tratar en la oración a mi Jesús como Él se merece o mi rusticidad puede hacer. Suplid con vuestro amor mis frías caricias y mis poco regaladas y delicadas atenciones. Excusadme con sus padres, el Padre eterno y María Inmaculada, para que no castiguen mi ignorancia y falta de delicadeza. ¡Oh María, oh José! enseñadme a conversar dignamente con Jesús en la oración; ¡soy tan ruda en la escucha del divino amor! Apiadaos de mí, y dadme a Jesús, pues por vuestro medio yo le doy mi corazón, mi alma y cuanto soy.
Fruto. Repetiré muchas veces al día: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía: Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi agonía.
Padre nuestro y la oración final.
Oración final para todos los días.
Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.