28 DE ENERO
SAN PEDRO NOLASCO
FUNDADOR (1182-1256)
LOS orígenes de la Celeste, Real y Militar Orden de la Merced —exportadora de la misericordia— rezuman poesía sobrenatural y nos hacen revivir una época de nuestra historia llena de gestas heroicas, en que se ve claro el amor de la Madre de Dios a esta tierra de sus predilecciones, favorecida ya en el Pilar y Covadonga...
La triple aparición de la Virgen a Pedro Nolasco, Raimundo de Peñafort y Jaime el Conquistador —visión sublime, generadora de redención y amor — puso de acuerdo a aquellos tres hombres geniales sobre la fundación y establecimiento en España de una Orden redentora de cautivos. Pedro fue la mente inspiradora, el divino iluminado; Ramón, el director espiritual, el espíritu alentador; Jaime, el fautor material, el brazo fuerte de que se valió la Señora para realizar sus designios de amor.
Un día de 1215 —la fecha es sólo aproximada—, se presenta en Barcelona al ya célebre maestro Raimundo, un joven francés, oriundo de Mas de las Santas Puellas, cerca de Castelnaudary. «Soy aquitano —le dice— de la noble parroquia de San Papoul. A los veinte años me encontré huérfano y dueño de grandes riquezas, con las cuales creí que podía hacer algún servicio a Dios. Vi a mi país infectado por la herejía y la guerra de los albigenses; vendí cuanto tenía y me vine a esta ciudad de Barcelona. Mi vida aquí ya la conocéis: aliviar a nuestros hermanos, los pobres de Cristo; servir a los enfermos en el hospital de Santa Eulalia y, de cuando en cuando, entrar en tierras de moros para librar de sus garras a esa pobre gente que se encuentra en tanto peligro. Señor, yo no soy nadie, pero vos sois amigo del obispo, tenéis la confianza del Rey: una palabra vuestra puede trocar en realidad estos. sueños locos...». El que así hablaba era Pedro Nolasco; sencillamente, un santo
Comenta Lorenzo Riber: «¡Qué admirables son los caminos de Dios, y cuán ininvestigables son sus sendas! pedro Nolasco abandona las tierras del Languedoc, hervidero de herejías violentas; y el espíritu de Dios, que inspira donde quiere, le lleva a Barcelona, emporio de comercio y tierra poblada de libertad, seminario apropiado para el instituto que meditaba. Cuando no demasiados años hacía que Domingo de Guzmán había abandonado la paz espiritual de España para combatir en el Languedoc con las armas del espíritu la barbarie de los albigenses, y allí nacen los gérmenes de aquella Orden que se complace en la tempestad y es martillo de herejías. El hijo de Carcasona funda en Barcelona la más catalana de las instituciones religiosas, la que da dinero por almas, la que envía a las ciudades litorales los nuevos cónsules de la libertad cristiana. El genio de Santo Domingo apunta a la fe para llegar a la caridad; el genio de San Pedro Nolasco apunta a la caridad para llegar a la fe... De la Orden de la Merced salieron, en sucesión irrestañable, varones de misericordia, cuyas piedades jamás desfallecieron».
La Virgen se aparece en 1218. El día 10 de agosto del mismo año, en la Catedral de Barcelona y en presencia del obispo don Berenguer de Palou, Pedro y doce compañeros reciben de manos del Rey la blanca veste mercedaria y el escudo de armas del reino de Aragón. La Orden de la Merced —cúmulo de heroicidades, florón de virtudes y escuela de santos— está fundada, según los deseos de la Señora. El llamado documento de los sellos —acta notarial del año 1260— dice que, en pago, Pedro Nolasco «persuadió a don Jaime a emprender la conquista de Valencia, prometiéndole la victoria». Luego el Monarca dará a la Orden cuantiosas posesiones en la región conquistada.
Los Caballeros de la Merced acompañan siempre a los guerreros, y el mismo Fundador —traficante a lo divino— se olvida de que él es el Comendador, y entra con ellos en tierra de moros —caliente el pecho de bríos heroicos— y rescata personalmente cerca de novecientos cautivos, siendo en cierta ocasión apresado y apaleado por los sarracenos. Es admirable la santa audacia y el genio organizador de Pedro Nolasco en estos primeros años de la Orden, en que nada es capaz de contener su celo insaciable, sus ímpetus irrefrenables de caridad. Por Cataluña, el Languedoc, Valencia, Aragón y hasta Andalucía, va dejando los hitos redentores de sus conventos, señalados algunos con la milagrosa protección de la Virgen. Tal el de Nuestra Señora del Puig de Enesa, y otros inmortalizados por Zurbarán.
Las últimas andanzas de redención de Nolasco tuvieron lugar en 1247 y 1248, durante el sitio de Sevilla por San Fernando. «Tanto de ida como de vuelta —leemos en las Notas Amerianas — redimió un buen número de cautivos». En el 49, ya en el ocaso de su vida, falto de fuerzas físicas, renunció al generalato en favor de Fray Pedro de Amer. Pero su espíritu gigante se mantuvo firme y entero hasta el fin, y todavía pasó a la Corte a sosegar inquietudes políticas, liberó a don Jaime, preso en Zaragoza, y acarició la idea de acompañar a San Luis en su Cruzada de Tierra Santa...
Sin embargo, él había llenado ya su misión providencial, como se lo hiciera saber su discípulo San Ramón Nonato, muerto quince años antes. El día de Nochebuena de 1256, vio Pedro romperse las cadenas que le ataban a este mundo, y el gran Libertador recibió el dulce abrazo de Cristo y de su Madre en el reino de la sempiterna libertad.