Meditación XVII
Presentación del Niño Jesús al Templo
VIVA JESÚS!
Ó SEA
MEDITACIONES
SOBRE
LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO
San Enrique de Ossó, presbítero
Oración preparatoria
para antes de la meditación.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.
Composición de lugar.
Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.
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Meditación XVII
Presentación del Niño Jesús al Templo
Punto primero. Considera, hija o hijo mío, cómo después de cuarenta días de haber nacido el divino Niño, María y José, sus amorosos padres, sujetándose humildemente a la ley, le presentaron al templo, y como eran pobres ofrecieron al Señor un par de tortolillas. Al entrar en el templo, vino por inspiración del Espíritu Santo el anciano Simeón, y tomando al Niño Jesús en sus brazos exclamó: “Ahora, Señor, sí que sacas en paz de este mundo a tu siervo según tu promesa, porque ya mis ojos han visto al Salvador que nos has dado, al cual tienes destinado para que, expuesto a la vista de todos los pueblos, sea luz brillante que ilumine a los gentiles y la gloria de tu pueblo Israel”. Contempla ahora a María y a José escuchando con admiración las cosas que del Niño Jesús se decían. ¿No escuchas también tú con agrado, hija o hijo mío, las alabanzas que se hacen de Jesús tu Salvador? Grábalas en tu corazón y ofrécete sin reserva a su servicio, así como Jesús se ofrece al eterno Padre por tu amor… Más dichosa que el anciano Simeón cuando recibas a Jesús, no en tus brazos, sino dentro de tu corazón cuando comulgues, bendice al Señor diciéndole: ¡Ahora sí, Señor, que moriré gozosa, porque mis ojos han visto, y mi lengua ha tocado, y mi seno ha estrechado a Jesús mi Salvador! Viva, viva Jesús mi amor.
Punto segundo. Después de bendecir el anciano Simeón a los dichosos padres de Jesús, dijo a María su Madre: “Mira, este Niño que ves, está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para ser el blanco de la contradicción de los hombres, lo que será para ti misma una espada que traspasará tu alma, a fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los corazones de muchos”. ¡Quién lo creyera, hija o hijo mío, que el Niño Jesús, el más amable de todos los hombres, el que venía a salvarnos y dar la vida por su amor, había de ser el blanco de contradicción de esos mismos hombres! Esto te indica que todos los que quieren amar a Jesús e imitarle han de sufrir persecución. Todas las obras buenas han de experimentar contradicción. Mas no desmayes, ten confianza en Jesús, y vencerás al mundo y al demonio con la paciencia, como Él los venció.
¡Oh Jesús mío! Sé para mí Jesús o Salvador, y no ruina. No quiero contradecirte con mis obras, para no disgustarte, ni atravesar el pecho de tu Madre con una espada de dolor con mis pecados. ¡Oh María! hacedme toda de Jesús. Amén.
Fruto. Ofrécete sin reserva a Jesús, diciéndole muchas veces como santa Teresa:
“¡Vuestra soy, para Vos nací!; ¿qué mandáis hacer de mí?”.
Oración final para todos los días.
Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.
Padre nuestro y la oración final.