miércoles, 29 de enero de 2025

30. UN PASEO CON JESÚS POR LOS ALREDEDORES DE NAZARET. San Enrique de Ossó

 

Meditación XXX

Un paseo con Jesús por los alrededores de Nazaret.

 

VIVA JESÚS!

Ó SEA

MEDITACIONES

SOBRE

LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO

San Enrique de Ossó, presbítero

 

Oración preparatoria

para antes de la meditación.

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.

 

Composición de lugar.

Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.

 

***

Meditación XXX

Un paseo con Jesús por los alrededores de Nazaret.

 

Punto primero. Vamos, hija o hijo mío, a dar un paseo en compañía del buen Jesús. Convida el tiempo, pues es la deliciosa primavera, y sobre todo lo ameno del sitio, lo amable de la compañía. No temas distraerte en tu meditación, pues la vista del aire libre, de campos, agua y flores te hará memoria del Creador. Contempla al Niño Jesús, tu mejor amigo y compañero, cómo fijos sus ojos al cielo ora a su eterno Padre por ti, o bien con su mirada divina penetra los siglos y te habla palabras de amor. Pregúntale al divino Jesús qué afectos dominan en su Corazón para contigo..., conversa con Él como un hijo con su padre, o un hermano con su hermano, y derrama tu corazón en su presencia... ¡Oh, cómo sonreirá el buen Jesús, y te hablará al corazón, así que descubra tu confianza y amor hacia su divina persona!... En caridad perpetua te amé, hija o hijo mío, te dirá el buen Jesús... por eso te traje a mí con misericordia entre miles de criaturas posibles... te llamé por tu nombre y te di la existencia... te conservé la vida... te hice nacer de padres católicos... en un país católico..., te rescaté de la servidumbre de Satanás por el Bautismo…, te di buen ejemplo… inspiraciones… consejos…, me di a Mí mismo en el Sacramento del altar… y por fin te hice hija de María y Teresa de Jesús... ¿Cómo has correspondido a tantos beneficios?... ¿Me amas sobre todas las cosas?... ¿Eres toda de Jesús como Yo soy todo tuyo?

 

Punto segundo. Por término del paseo y fin de estas meditaciones, considera al Niño Jesús sentado sobre verde césped, bajo frondoso árbol, reclinada su frente divina sobre su mano, y que te está mirando con amorosos y piadosos ojos en silencio, y tú sentada o arrodillada a sus pies mirándole con cariño y amor... ¿Qué le dices a tu buen Jesús?... Ahora estáis solos... aprovecha tan preciosos momentos... Háblale no palabras compuestas, sino de la pena de tu corazón... ¿Nada le dices al buen Jesús? Contempla su divino rostro..., mírale al menos y tórnale a mirar..., que al cruzarse su divina mirada con la tuya te hará mucho bien... ¡Tiene tanta fuerza la mirada con piedad de Cristo!

¿No sientes enamorarse de Jesús tu corazón?... Mas querrás oír su voz dulcísima. ¿No resuena en lo secreto de tu alma, hija o hijo mío?... Una pregunta te repite tres veces como a Pedro; “¿Me amas, hija mía?... Hija mía, ¿me amas?... ¿Me amas más que todos los otros corazones?...” ¿Qué le respondes a tu Jesús, hija o hijo mío?... Tus obras, no tus palabras, han de acreditar tu amor a Jesús. ¿Qué has hecho?... ¿Qué haces?... ¿Qué resuelves hacer para probar tu amor a Jesús sobre todas las cosas?... Feliz y mil veces dichosa serás, si hoy y siempre, y sobre todo en la hora de la muerte, puedes decir en verdad como san Pedro: “Sí, Señor mío Jesucristo, Tú sabes que te amo sobre todas las cosas... más que todos los corazones... y mi único afán ha sido hacerte amar por todos los corazones...”. Entonces sí que en tu corazón estará perfectamente grabado: Viva Jesús, y eternamente cantarás las misericordias del Señor en el cielo repitiendo sin cesar: Viva Jesús, mi amor, y María mi esperanza; santa Teresa mi guía, y san José mi protector. Así sea, así sea.

 

Fruto. Represéntate al Niño Jesús a tu lado en todas las ocasiones, o sentado en medio de tu corazón; y pregúntate antes de hacer alguna cosa: ¿Qué pensaría, que diría, cómo se portaría el Niño Jesús en esta ocasión? Procura con sumo cuidado que tus pensamientos, palabras y obras clamen sin cesar:

 

Viva Jesús, mi amor.

Y María, mi esperanza;

Santa Teresa, mi guía.

Y san José, mi protector.

 

Padre nuestro y la oración final.

 

Oración final para todos los días.

Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

 

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.