Meditación XIII
Llanto del Niño Jesús
VIVA JESÚS!
Ó SEA
MEDITACIONES
SOBRE
LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO
San Enrique de Ossó, presbítero
Oración preparatoria
para antes de la meditación.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.
Composición de lugar.
Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.
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Meditación XIII
Llanto del Niño Jesús
Punto primero. Son las lágrimas agua de amores que quema el corazón más frío, y ablanda el pecho más duro, y suaviza el espíritu más áspero. Jesucristo, hija o hijo mío, que quiso revestirse de nuestras miserias, excepto el pecado, también lloró en la cuna, como más tarde a la vista de Jerusalén, de Lázaro muerto y en la cruz. ¿No te moverá a compasión el llanto de Jesús?... ¿No te esforzarás por enjugar las lágrimas, más aún, para secar la fuente de su llanto?... Sí, debes hacerlo si tienes corazón. Cuando ves llorar a un inocente niño, ¿no es verdad que te mueves a compasión, y buscas consolarle, acallarle?... Y tú oirás cómo llora el buen Jesús, y verás correr como perlas de rocío sus lágrimas por sus rosadas mejillas, ¿y no le consolarás?... ¿No procurarás enjugárselas?... Menester fuera tener corazón de piedra.
Punto segundo. Pregúntale al Niño Jesús: ¿Por qué lloras, Jesús mío de mi alma?... Y observarás cómo te mira ya con amor, y se mitiga su llanto porque ve que te interesas por Él… Lloro de amor y de dolor, te dirá Jesús… Por ti lloro... por tus pecados..., por las ingratitudes de los hombres... El frío de tu corazón me atormenta; tus malos o vanos pensamientos me punzan; tu inmodestia y falta de mortificación me amargan.
¡Oh Niño mío muy amado! ¿Es verdad que llorabais por mí en Belén, porque en lugar de agradeceros las finezas de vuestro amor, os atormentaba con mis pecados?... Si menos hubiese yo pecado, menos lágrimas hubierais derramado... ¡Ah! caigan, Bien mío, caigan esas lágrimas sobre mi duro y sucio corazón; ablándenlo y lávenlo... ¡Oh Padre eterno! uno mis lágrimas pecadoras con las inocentes de vuestro Hijo, y os las ofrezco para que me perdonéis. Lavadme más y más de mis pecados, y hacedme santa. Amén
Fruto. Llevaré examen todos los días de mi pasión dominante, o de mi mal genio, y por cada vez que me deje vencer de ella me daré un golpe en el pecho y diré: Jesús mío, misericordia y enmienda. Viva Jesús mi amor.
Padre nuestro y la oración final.
Oración final para todos los días.
Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.