Meditación XVIII
El Niño Jesús huye a Egipto
VIVA JESÚS!
Ó SEA
MEDITACIONES
SOBRE
LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO
San Enrique de Ossó, presbítero
Oración preparatoria
para antes de la meditación.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.
Composición de lugar.
Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.
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Meditación XVIII (para el miércoles)
El Niño Jesús huye a Egipto
Punto primero. Considera, hija o hijo mío, cómo sabiendo el rey Herodes por los Magos que había nacido el Niño Jesús, determinó buscarlo por todos los medios, para darle muerte y asegurar su usurpado reino. Mas el Padre eterno para salvarle, envía un ángel al señor san José cuando estaba durmiendo, y le dice: “Levántate, toma al Niño y a su Madre, y huye a Egipto; y estaos allí hasta que otra cosa se os diga”. Pondera cómo el glorioso san José despierta a la Santísima Virgen, y le dice lo que pasaba; y la señora angustiada se levanta, toma algunas fajitas y pobres pañales para vestir al Niño Jesús, y se prepara para emprender un tan penoso viaje. San José, por otra parte, prepara unos cuantos instrumentos de su oficio para poder trabajar, y la borrica que había de llevar al divino Infante y a su Madre. Considera, cómo estando todo prevenido, monta la Virgen Santísima sobre la borriquilla, san José le da el Niño Jesús, y los tres huyen a Egipto, de noche y sin despedirse de nadie. ¡Huir el Hijo del Altísimo!
¡Gran Dios!, ¿no podéis salvar a vuestro Hijo de las iras de un tiranuelo, Vos que salvasteis a vuestro pueblo de las iras del poderoso Faraón?... ¡Qué huida tan precipitada y dolorosa! ¡No sabían el término de su viaje, ni el camino! ¡Cuánto debió padecer la sagrada Familia, hasta llegar al lugar de su destierro! ¿Y no quieres tú aliviar sus trabajos? ¿No quieres consolarlos? Acompaña en esta jornada a Jesús, María y José.
Punto segundo. Mas ¡cuántas veces, hija o hijo mío, has tratado al Niño Jesús con más crueldad que Herodes! ¡Cuántas veces no solo le has perseguido a muerte, sino que le has dado muerte con más inhumanidad que los mismos judíos! ¿Te asusta este lenguaje? Pues atiende, hija o hijo mío, que siempre que has cometido pecado mortal, has quitado la vida al buen Jesús en tu alma, y has cedido su lugar al demonio. Con tus pecados le has dicho al buen Jesús: Vete de mi corazón: no quiero que tengas parte en él; cuando sea viejo, o en la hora de la muerte, entonces te buscaré: ahora que soy joven quiero servir a Satanás, que me permite vivir conforme a mi antojo… ¿Ha sido hijo mío, esta tu conducta con el Niño Jesús? ¿Te has portado así con Él? ¿Y volverás a pecar?... No, arrepiéntete de tus pecados: propón de veras la enmienda, y nunca jamás arrojes al divino Niño de tu pobre corazón. De aquí en adelante busca siempre agradarle y servirle; y por más que el mundo te encante, el demonio te tiente, la carne te halague, y hayas de padecer trabajos y penalidades, prefiere, sí, huir y padecer con Jesús, que caer en manos de los enemigos de tu alma. Procura que tu corazón sea la capa que le cubre en el viaje a Egipto, y el pañuelo que enjugue sus lágrimas; y así, siendo amador de Jesús, irás al cielo y gozarás de Jesús por toda una eternidad. Viva Jesús.
Fruto. Huiré de todo pecado y peligro de pecar, que son los únicos enemigos de mi salvación eterna. Padeceré con Jesús un poquito acá, por más que me persigan y maltraten, para gozar de su compañía en la gloria eternamente. Todo por Jesús.
Padre nuestro y la oración final.
Oración final para todos los días.
Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.