Meditación XXII
La vuelta de Egipto
VIVA JESÚS!
Ó SEA
MEDITACIONES
SOBRE
LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO
San Enrique de Ossó, presbítero
Oración preparatoria
para antes de la meditación.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.
Composición de lugar.
Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.
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Meditación XXII
La vuelta de Egipto
Punto primero. Siete años tenía el Niño Jesús, cumplidos en Egipto al lado de María y san José, sufriendo muchos trabajos, en medio de un pueblo idólatra que todo lo adoraba menos al verdadero Dios, cuando un día san José volvió muy triste a casa, porque aquella gente que aborrecía a los israelitas, no había querido darle su jornal. Acudió a la oración el santo bendito pidiendo la ayuda del cielo: y en la noche siguiente se le apareció el ángel del Señor, que le dijo: “Toma al Niño y a la Madre, y torna a la tierra de Israel; porque murieron ya los que buscaban dar muerte al Niño Jesús”. San José lo dice en seguida a María y al Niño Jesús, el cual reparte entre los pobres por su propia mano casi todo lo que tenía. ¡Oh quién hubiese podido recibir, hija o hijo mío, una limosnita de amor de manos del Niño Jesús!...
Contempla cómo san José arregla el jumentillo, y hace montar sobre él a la Madre con el Niño. ¡Qué multitud de ángeles les acompañan! Ellos proveían cuando faltaba el alimento en aquel viaje felicísimo. Contempla cómo algunas veces andan a pie el Niño y la Madre... Otras veces, sentados sobre la arena del desierto, toman un poco de alimento... Escucha las pláticas de María y José, que tienen a su lado al Niño Jesús... “¡Cuán felices somos, exclaman, de tener en nuestra compañía al Creador, que ha de ser nuestra eterna bienaventuranza! Gracias, Padre eterno, gracias Jesús mío, por tanto favor... Millones de almas suspiraron por tal dicha, y a solo nosotros, nos ha sido dado gozar día y noche de tan divina presencia, confiándonos a tu Hijo amado, en quien tienes todas tus complacencias”.
Punto segundo. ¡Cuánto tienes que admirar, hija o hijo mío, en esta vuelta de Egipto! El ejemplo de María y José que sufren sin quejarse, con ánimo igual, tan dura prueba, tan largo destierro... La caridad y desprendimiento del Niño Jesús, que en medio de la pobreza halla medio de dar limosna a los pobres… La providencia amorosa de Dios, que tan oportunamente acude a socorrer las necesidades de los que en Él confían… Todo esto debe avivar tu fe, hija mía, y en medio de los contratiempos de la vida, confiar en Dios que es ayudador en tiempo oportuno. Acompaña en espíritu a estos ilustres viajantes, y con su ejemplo anímate a ser toda de Jesús. Todo se pasa; murieron los perseguidores de Jesús, y Dios solo, que no se muda, es el que siempre canta victoria sobre sus enemigos. Quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta en vida y en muerte, en la persecución y en la paz, en el tiempo y en la eternidad. Sé animosa, pues, y con Jesús de todo saldrás victoriosa. Viva Jesús.
Fruto. En las contradicciones cobraré más ánimo, diciendo con mi Madre santa Teresa: Estos son días ricos para ganar el cielo. O amar a Jesús, o morir.
Padre nuestro y la oración final.
Oración final para todos los días.
Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.