12 de marzo
San Gregorio I Papa, confesor y doctor de la Iglesia
Gregorio Magno, romano, hijo del senador Gordiano, durante su juventud estudió filosofía. Ejerció luego el cargo de pretor. Muerto su padre, fundó seis monasterios en Sicilia, y otro en Roma bajo el nombre de San Andrés, en su casa cerca de la Basílica de los santos Juan y Pablo, en la pendiente del Escauro. Hizo allí, bajo la dirección de Hilarión y Maximiano, profesión de monje, y llegó a ser Abad del mismo monasterio. Creado cardenal Diácono, el papa Pelagio le envió como legado a Tiberio, emperador de Constantinopla. Durante su estancia allí, su celo obtuvo un gran triunfo: convenció de error al patriarca Eutiquio, el cual había escrito contra la verdad y la demostrabilidad de la resurrección de los cuerpos, y su libro, por orden del emperador, fue arrojado a las llamas. Eutiquio, ya enfermo y cerca de la muerte, tocando la piel de su mano decía: “Confieso que todos resucitaremos en esta carne”.
Volviendo a Roma, y muerto de la peste el papa Pelagio, fue elegido pontífice por unanimidad. Se negó a aceptar este honor; vestido con ropas ajenas, se ocultó en una cueva, mas una columna de fuego indicó el lugar de su retiro, y fue consagrado en San Pedro. En su pontificado dejó muchos ejemplos de sabiduría y de santidad. Cada día admitía peregrinos a su mesa, entre los cuales hospedó a un ángel y al Señor de los ángeles en forma de peregrino. Sustentaba a los pobres: a los de la ciudad y a los de fuera, y tenía una lista de los necesitados. Restableció la fe en muchos lugares: reprimió a los donatistas en África, a los arrianos en España, y a los agnoitas los arrojó de Alejandría. Se negó a conceder el palio a Siagrio, obispo de Autún, hasta que arrojase de la Galia a los herejes neófitos. Obligó a los godos a abandonar el arrianismo. Envió a Inglaterra a Agustín y otros monjes doctos y santos, y convirtió la isla a Jesucristo; fue llamado por San Beda, el Apóstol de Inglaterra. Reprimió la audacia de Juan, patriarca de Constantinopla, el cual se atribuía el título de Obispo de la Iglesia universal. Consiguió que el emperador Mauricio revocara su decreto prohibiendo se hiciesen monjes los que habían sido soldados.
Ilustró la Iglesia con santísimas instituciones y leyes. En un concilio, en San Pedro, dio varias disposiciones: estableció que en la Misa se repitiera nueve veces el Kyrie eleison; que, fuera del tiempo que media entre Septuagésima y Pascua, se dijera: Aleluya; que se añadiera al Canon: “Dispón nuestros días en tu paz”. Aumentó las Letanías, el número de las Estaciones y el Oficio eclesiástico. Quiso que fuesen honrados como los cuatro Evangelios los cuatro concilios de Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia. Ordenó que los obispos de Sicilia, que iban a Roma cada tres años, hicieran la visita cada cinco. Escribió muchos libros, y mientras los dictaba, afirma Pedro Diácono que varias veces vio al Espíritu Santo en forma de paloma ponerse sobre su cabeza. Admirable fue lo que dijo, hizo, escribió y decretó; y más admirable aún teniendo en cuenta que siempre estaba débil y enfermizo. Finalmente, tras haber hecho muchos milagros, fue llamado al cielo a los 13 años, 6 meses y 10 días de pontificado el día 12 de marzo, el cual celebran muy solemnemente los griegos, a causa de la insigne sabiduría y santidad de este Pontífice. Su cuerpo fue sepultado en la Basílica de San Pedro, cerca de la sacristía.
Oremos.
Oh Dios, que concediste al alma de tu siervo
Gregorio el premio de la bienaventuranza eterna: concédenos propicio que,
cuantos somos oprimidos por el peso de nuestros pecados, seamos auxiliados con
sus preces delante de ti.
Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
TEXTOS