VIERNES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Muchos de los judíos vieron lo que Jesus hizo y
creyeron el El.
Evangelio según San Juan 11,1-45.
Había
caído enfermo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su
hermana. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies
con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas le
mandaron recado a Jesús diciendo: «Señor, el que tú amas está enfermo».
Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que
servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella». Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se
enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. Solo
entonces dijo a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea». Los discípulos
le replicaron: «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a
volver de nuevo allí?». Jesús contestó: «¿No tiene el día doce horas? Si
uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si
camina de noche, tropieza porque la luz no está en él». Dicho esto,
añadió: «Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo».
Entonces le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se salvará».
Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del
sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: «Lázaro ha muerto,
y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis.
Y ahora vamos a su encuentro». Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a
los demás discípulos: «Vamos también nosotros y muramos con él». Cuando Jesús
llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de
Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta
y a María para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que
llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y
dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi
hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo
concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta
respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús
le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». Y dicho esto, fue a
llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: «El Maestro está ahí y te
llama». Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él: porque
Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo
había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola,
al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba
al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al
verlo se echó a sus pies diciéndole: «Señor, si hubieras estado aquí no habría
muerto mi hermano». Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos
que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
«¿Dónde lo habéis enterrado». Le contestaron: «Señor, ven a verlo». Jesús se
echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!». Pero
algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber
impedido que este muriera?». Jesús, conmovido de nuevo en su interior,
llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
«Quitad la losa». Marta, la hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya huele mal
porque lleva cuatro días». Jesús le replicó: «¿No te he dicho que si
crees verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando
los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado;
yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea,
para que crean que tú me has enviado». Y dicho esto, gritó con voz
potente: «Lázaro, sal afuera». El muerto salió, los pies y las manos
atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo
y dejadlo andar». Y muchos judíos que
habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
TEXTOS DE LA MISA -Viernes de
la IV semana
COMENTARIOS:
Homilía de Maitines NO PODÉIS ABANDONAR A LOS QUE AMÁIS. SanAgustín
Sta Teresa de Jesús RESUCITAD
A ESTOS MUERTOS
Benedicto XVI LA
ORACIÓN DE JESÚS