martes, 7 de marzo de 2023

7 de marzo. SANTO TOMÁS DE AQUINO, CONFESOR Y DOCTOR DE LA IGLESIA

7 de marzo

Santo Tomás de Aquino, confesor y doctor de la Iglesia

La excelsa gloria del orbe cristiano y lumbrera de la Iglesia, el bienaventurado Tomás, nacido de Landulfo, conde de Aquino, y Teodora Napolitana, mostró desde niño muy tierna devoción para con la Madre de Dios. Pues habiendo hallado un papel con la salutación angélica, a pesar de los esfuerzos de su ama de leche no lo quiso soltar, y habiéndoselo quitado por fuerza su madre, con sus lágrimas y ademanes consiguió obtenerlo de nuevo, y teniéndolo en su poder, lo tragó. A los cinco años de edad, fue encomendado a los monjes de Montecasino. Fue enviado a Nápoles para estudiar; y siendo muy joven, ingresó en la Orden de los Predicadores. Su madre y sus hermanos se indignaron por esta resolución; y le secuestraron mientras se dirigía a París, conduciéndolo a la fortaleza del castillo de San Juan. Allí le vejaron, con el fin de que cambiara de parecer; llegaron hasta introducir cerca de Tomás una cortesana; mas él la arrojó de allí con un tizón ardiente. Inmediatamente el joven, arrodillándose y orando ante la señal de la cruz, cayó en un dulce sueño, durante el cual le pareció que los Ángeles le ceñían los lomos con un cíngulo. Desde entonces no sintió jamás ninguna excitación sensual. A sus hermanas, que habían venido al castillo para disuadirle de su santo propósito, les persuadió que renunciaran a las vanidades del siglo y se consagraran a practicar una vida del todo celestial.

Le ayudaron a escaparse del castillo por una ventana, y regresó a Nápoles. Luego pasó a Roma, y de ahí a París conducido por Juan Teutónico, Superior general de la O. P., estudiando allí filosofía y teología bajo la dirección de S. Alberto Magno. A los 25 años recibió el título de Maestro, y enseñó públicamente explicando los escritos de los filósofos y los teólogos. Jamás enseñó o escribió sin antes haber orado. En las dificultades sobre ciertos pasajes de la Sagrada Escritura, a la oración añadía el ayuno. Y aún más, acostumbraba decir a su compañero el hermano Reginaldo que cuanto sabía, no tanto lo había conseguido con el estudio y el trabajo, como por inspiración divina. Orando una vez con gran ardor ante el crucifijo, en Nápoles, oyó estas palabras: “Tomás, bien has escrito de mí. ¿Qué premio deseas?” A lo cual él repuso: “No deseo otra recompensa, Señor, sino a Vos mismo”. Leía con frecuencia las colaciones de los santos Padres; no hubo ningún autor que no hubiera estudiado con diligencia. Sus escritos sobresalen por su multitud, variedad y facilidad en la explicación de las cosas difíciles; su doctrina fecunda e inmune de todo error, conforme en todo con la doctrina revelada es más eficaz que otras para combatir los errores de todos los tiempos.

Llamado a Roma por el Papa Urbano IV, le mandó que compusiera el Oficio del Corpus Christi. Rehusó los honores que le ofrecieron, entre ellos el arzobispado de Nápoles con que le quería honrar el papa Clemente IV. No cesaba de predicar la palabra divina; y después de uno de sus sermones durante la octava de Pascua en la Basílica de San Pedro, libró del flujo de sangre a una mujer que tocó su vestido. Enviado por el papa Gregorio X al concilio de Lyon, enfermó en el monasterio de Fossa Nova; allí comentó el Cantar de los Cantares; murió allí mismo a los 50 años de edad, en el año de gracia 1274, el día 7 de marzo. Después de su muerte, brilló por sus milagros; una vez éstos fueron probados, fue incluido en el número de los santos por el Sumo Pontífice Juan XXII, en el año mil trescientos veintitrés; su cuerpo fue más tarde trasladado a Tolosa por mandato del papa Urbano V. Habiendo sido comparado a los espíritus angélicos, tanto por su inocencia como por su genio, con razón ha recibido el nombre de Doctor Angélico, el cual fue confirmado por la autoridad de San Pío V. Por último, el Sumo Pontífice León XIII, accediendo muy de buen grado a las peticiones y deseos de casi todos los obispos del orbe católico, y para acabar sobre todo de una manera eficaz con la peste de tantos sistemas filosóficos que se apartan de la verdad, y para incremento de las ciencias y la utilidad de todo el linaje humano, después de consultada la S. C. de Ritos, por medio de sus letras apostólicas le declaró e instituyó Patrono celestial de todas las escuelas católicas.

Oremos.
Oh Dios, que ilustras a tu Iglesia con la admirable sabiduría de tu bienaventurado Confesor Tomás, y la fecundas con sus santas obras: te suplicamos nos concedas la gracia de entender las doctrinas que enseñó e imitar las virtudes que practicó.
Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

 

TEXTOS 

Textos para la Cuaresma  y Pascua

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