REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO Y LA INFINITA MISERICORDIA DEL PADRE.
Dom Gueranger
Sábado de la II semana de Cuaresma
REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO. — Aquí también se encierra el misterio que hace poco acabamos de ver en el relato del Génesis, Se hallan presentes dos hermanos y el mayor se queja de la gran misericordia que el padre ha tenido con el hijo menor. Este se fue a una región lejana; huyó de la casa paterna, con el fin de entregarse más libremente a sus placeres; mas cuando se vio reducido a la más extrema indulgencia, se acordó de su padre y vino a pedir humilde mente el último lugar en esta casa que un día debía haber sido la suya. El padre recibió al pródigo con la más viva ternura; no sólo le perdonó, sino que le restituyó todos sus derechos de hijo: Hizo aún mucho más dio un banquete para celebrar este regreso feliz; y esta buena conducta del padre, suscita la envidia del hijo mayor. También es inútil que Israel se indigne contra la conducta del Señor; ha llegado la hora de convocar a todas las naciones y formar el gremio de la Iglesia. Si es verdad que sus errores y pasiones han alejado a los Gentiles, también es verdad que escucharán la voz de los apóstoles. Griegos y Romanos, Escitas y Bárbaros, todos, arrepentidos de sus extravíos, acudirán a pedir se les admita a participar de los favores de Israel. Y no se les dará sólo las migajas que cayeren de la mesa, como las pedía la Cananea; se les admitirá como hijos legítimos y honrados. No se tendrán en cuenta las quejas envidiosas de Israel. Si rehúsa tomar parte en el banquete, no por eso se dejará de celebrar la fiesta. Ahora bien, esta fiesta es la Pascua; estos hijos admitidos pobres y extenuados en la casa paterna, son los Catecúmenos, sobre quienes se apresura el Señor a derramar la gracia adoptiva.
LA INFINITA MISERICORDIA DEL PADRE. — Estos hijos pródigos que vienen a ponerse bajo el amparo de su padre ofendido, son también los penitentes públicos a quienes en estos días preparaba la Iglesia la reconciliación. La Iglesia, que ha mitigado su severa disciplina, propone hoy esta parábola a todos los pecadores que se disponen a reconciliarse con Dios. No conocen aún la infinita misericordia del Señor que han abandonado; que aprendan hoy cómo la misericordia prevalece sobre la justicia en el corazón de Aquel “que ha amado al mundo hasta darle su propio “El hijo único'”. Por más distanciado que pueda haber sido su huida, y profunda que haya sido su ingratitud, en la casa paterna, todo está dispuesto para celebrar su retorno. En la puerta les aguarda el padre que han abandonado, dispuesto a adelantarse a su encuentro para abrazarles; les va a devolver su primer vestido, el vestido de la inocencia; el anillo que llevan sólo los hijos de la casa adornará de nuevo la casa purificada. Se les ha preparado la mesa del festín y los Ángeles pronto dejarán oír sus celestes melodías. Cantan desde lo más íntimo de su corazón: “Padre, he pecado contra el cielo y contra Ti; no merezco ya me llamen hijo tuyo; trátame como a uno de tus criados.” La vuelta sincera de sus extravíos pasados, la confesión sencilla, firme propósito de ser en adelante fieles, son las únicas y fáciles condiciones que exige el Padre de sus pródigos para hacerlos hijos de su predilección.