17 de marzo- San Patricio, obispo y confesor
Patricio, llamado el Apóstol de Irlanda, nació en la Gran Bretaña; hijo de Calfumio y de Conquesa, al parecer, parienta de San Martín de Tours. De niño cayó varias veces en poder de los bárbaros, que le ocuparon en guardar los rebaños; desde entonces mostró su futura santidad, pues lleno de espíritu de fe, de amor y temor de Dios, madrugaba con gran diligencia para orar en medio de las nieves, hielo y lluvias. Rogaba a Dios cien veces durante el día, y cien veces de noche. Librado tres veces de la esclavitud, e ingresando en la milicia eclesiástica, dedicó mucho tiempo al estudio de la Sagrada Escritura. Tras haber recorrido con fatigas las Galias, Italia y las islas del mar Tirreno, por inspiración del cielo fue llamado a trabajar para la salvación de los irlandeses; recibido el poder de anunciar el Evangelio por parte del papa Celestino, y consagrado obispo, partió para Irlanda.
En el ejercicio del cargo, son de admirar las tribulaciones, fatigas y penalidades que tuvo que sufrir. Pero con la ayuda de la bondad divina, aquella tierra que antes adoraba a los ídolos, después de la predicación de Patricio produjo tales frutos, que luego fue llamada la isla de los santos; Regeneró a pueblos en las aguas del bautismo; ordenó obispos y muchos clérigos; dio reglas a las vírgenes y viudas que querían guardar continencia. Con autorización del Papa fundó la sede de Armach, como metrópoli de toda la isla, enriqueciéndola con reliquias de santos procedentes de Roma. Resplandeció con visiones celestiales, profecías, y con señales y prodigios con que Dios le favoreció; la fama de Patricio se extendió muy lejos.
A pesar de la cotidiana solicitud que exigían sus Iglesias, Patricio perseveraba con fervor en una oración continua. Se refiere que cada día rezaba todo el Salterio y los Cánticos e Himnos, y doscientas oraciones; además adoraba a Dios de rodillas 300 veces al día; en cada Hora canónica hacía cien veces la señal de la cruz. Dividía la noche en tres partes: la primera destinada al rezo de cien salmos, hacierdo doscientas genuflexiones; la otra al rezo de otros cincuenta salmos, sumergido en agua fría, teniendo elevados al cielo la mirada, las manos y el corazón; la última la destinaba al descanso sobre una piedra desnuda. Amantísimo de la práctica de la humildad, a ejemplo del Apóstol, se dedicó al trabajo manual. Fatigado por sus trabajos en bien de la Iglesia, ilustre por sus palabras y obras, llegado a una extrema vejez y confortado con los misterios divinos, se durmió en el Señor, y fue sepultado en Down, en Ultonia, en el siglo V de la era cristiana.
Oremos.
Oh Dios, que te dignaste enviar al bienaventurado Patricio, Confesor y Pontífice, para predicar a los gentiles tu gloria: concédenos por sus méritos e intercesión que por tu misericordia podamos cumplir todos tus preceptos.
Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.