jueves, 23 de marzo de 2023

LA ANUNCIACIÓN . LA ESCLAVA DEL SEÑOR. MEDITACIÓN 25. ILDEFONSO RODRÍGUEZ

MEDITACIONES SOBRE LA VIRGEN MARÍA

 

MEDITACIÓN 25

LA ANUNCIACIÓN . — LA ESCLAVA DEL SEÑOR

 

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, renovemos nuestra fe en el misterio de la Encarnación recitando el Angelus:

 

V/. El ángel del Señor anunció a María.

R/. Y concibió  por obra y gracia del Espíritu Santo.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

V/. He aquí la esclava del Señor.
R/. Hágase en mí según tu palabra.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

V/. Y el Verbo de Dios se hizo carne.
R/. Y habitó entre nosotros.

Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

V/. Ruega por nosotros,
Santa Madre de Dios,
R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

 

V/. Oremos. Infunde, Señor,
tu gracia en nuestras almas,
para que, los que hemos conocido,
por el anuncio del Ángel,
la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, lleguemos por los Méritos de su Pasión y su Cruz, a la gloria de la Resurrección.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

V/. Ángelus Dómini nuntiávit María.

R/. Et concépit de Spíritu Sancto.

 

Ave, María,
grátia plena,
Dóminus tecum.
Benedícta tu
in muliéribus,
et benedíctus fructus ventris tui, Iesus.
Sancta María, Mater Dei,
ora pro nobis peccatóribus,
nunc et in hora mortis nostræ. Amen

 

 

V/. Ecce ancílla Dómini.
R/. Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave, María,
grátia plena,
Dóminus tecum.
Benedícta tu
in muliéribus,
et benedíctus fructus ventris tui, Iesus.
Sancta María, Mater Dei,
ora pro nobis peccatóribus,
nunc et in hora mortis nostræ. Amen

 

 

V/. Et Verbum caro factum est.
R/. Et habitávit in nobis.

Ave, María,
grátia plena,
Dóminus tecum.
Benedícta tu
in muliéribus,
et benedíctus fructus ventris tui, Iesus.
Sancta María, Mater Dei,
ora pro nobis peccatóribus,
nunc et in hora mortis nostræ.
Amen

 

 

 

V/. Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
R/. Ut digni efficiámur  promissiónibus Christi.

 

V/. Orémus. Grátiam tuam, quasumus, Dómine, méntibus nostris infúnde;  ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem,
ad resurrectiónis glóriam perducámur.  Per eúndem Christum Dóminum nostrum. Amen

 

MEDITACIÓN 2 5

LA ANUNCIACIÓN . — LA ESCLAVA DEL SEÑOR

 

1.° Respuesta de María. — Represéntate la escena y asiste a ella en espíritu todo lo más cerca posible..., el Ángel ha terminado ya su embajada; ha cumplido su misión y guarda silencio..., espera la respuesta de María. — Mira al universo todo... al mismo Dios, en este momento solemnísimo..., ¡qué espectáculo más emocionante! —

Acércate a María y suplícala que no retarde la respuesta..., dila que todos los hijos, infelices hijos de Eva, que hemos nacido esclavos del pecado, esperamos su palabra de redención y de gracia..., que el mundo todo y el mismo Cielo, están en suspenso esperando su respuesta. — Y, efectivamente, el silencio se rompe... María va a hablar..., el Ángel tiembla de emoción... María se ha postrado en tierra, y del fondo de su alma han brotado estas sencillas y sublimes palabras: «He aquí la esclava del Señor»... Ahora es el Ángel el que se turba; con todo su entendimiento angélico, no acierta a comprender tanta humildad, tanta santidad. — La Reina de todas las Reinas, la Señora del Cielo y de la tierra, la bendita entre todas las mujeres..., es una esclava..., y Ella lo reconoce, lo cree así, no se avergüenza, no lo oculta. — Ella misma, a la faz de todo el mundo lo proclama, y parece tener gran empeño en que sepamos que con toda su grandeza es siempre la esclava del Señor. — Entra en el Corazón del mismo Dios, ¿qué sentiría Dios al ver esta conducta, al escuchar estas palabras?...

Si a los humildes y pobres de espíritu llena de sus bienes, ¿qué haría con aquella su esclavita?... Con qué gusto la diría: ¿Tú te haces esclava? Yo te hago Reina... y mandaría a todos los ángeles del Cielo que la adorasen en aquel mismo instante como a tal. — Haz tú lo mismo y adora tanta grandeza en tan profunda humildad.

 

2.° Esclavitud verdadera. — Mas no te detengas en esta esclavitud de palabras. — Tú también has dicho a Dios palabras de ofrecimiento, de entrega, de esclavitud a Él, pero, luego... ¿cómo las has cumplido? — Mas en María no es así..., dice lo que siente y obra como dice..., por eso añade «hágase en mí según tu palabra». Medita mucho y saborea toda la significación de esta palabra hágase que es la fórmula de la verdadera esclavitud. — Soy esclava y por eso no tengo nada, ni puedo querer nada, fuera de Dios. — Todo ha de venir del Señor, nada de la esclava. — Por tanto, esa palabra supone una renuncia total, completa, perfecta, absoluta de su ser... Ni voluntad, ni libertad, ni querer nada, sino sólo lo que Dios quiera y disponga... ¡Qué esclavitud!

Pero aún más, esa esclavitud no se ha de detener ni aún ante el sacrificio por muy grande y doloroso que sea. — María, en este paso, obra conscientemente, esto es, dándose perfecta cuenta del paso que va a dar..., obra sin precipitación..., piensa, discurre, objeta al ángel, pone sus razones y sus soluciones, etc..., luego señal clara de que obra con todo conocimiento de causa; por tanto, conoce ya desde ahora todo lo que ha de sufrir, si ha de ser Madre de Dios..., sabe que la aguardan tormentos que la harán la reina de los mártires..., que será un verdadero mar de amarguras, y, no obstante..., sabe que es esa la voluntad de Dios y le basta. — Hasta que conoce claramente lo que Dios quiere, pone reparos, pero cuando ya sabe el deseo de Dios, no tiene más que una palabra: Hágase. — Recuerda las palabras de Cristo en su Pasión, también dice «hágase tu voluntad y no la mía». ¿No es lo mismo que el «hágase» de la Virgen?... ¡Qué coincidencia entre el Hijo y la Madre! — Esta es la esclavitud, esta es la santidad, esta es la única solución que puedes encontrar a tu amor propio. — ¿Eres tú así? — ¿También tienes tú el hágase práctico, sobre todo cuando el amor propio se rebela? Pide a María que la imites en el cumplimiento de esta palabra.

 

Oración para finalizar todos los días:

 

Uniéndonos a las alabanzas que se repiten en el cielo y tierra, ensalcemos a la Virgen en el misterio de la anunciación  con las palabras de Santa Brígida y renovemos nuestra consagración a ella:

 

Bendita seáis, Señora mía Virgen María, que toda vuestra alma estaba encendida sólo con el ardor del amor divino, y elevada con todo el poder de vuestras fuerzas, contemplando al altísimo Dios a quien por amarlo apasionadamente le habíais ofrecido vuestra virginidad, cuando os fue enviado por Dios el ángel, y saludándoos os anunció la voluntad del Señor. A lo que respondiendo Vos muy humildemente, confesasteis ser esclava de Dios, y el Espíritu Santo os llenó maravillosamente de toda virtud. Dios Padre envió a Vos su Hijo coeterno e igual a sí mismo, el que viniendo a Vos tomó para sí de vuestra carne y sangre un cuerpo humano, y de este modo en aquella bendita hora el Hijo de Dios se hizo en Vos Hijo vuestro, viviendo con todos sus miembros, sin perder la Majestad divina.

 

Bendita sea tu pureza

y eternamente lo sea,

pues todo un Dios se recrea

en tan graciosa belleza.

A Ti, celestial Princesa,

Virgen Sagrada María,

yo te ofrezco en este día

alma, vida y corazón.

Mírame con compasión,

no me dejes, Madre mía. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.