JESÚS ESCAPA DE LA MUERTE.
Dom Gueranger
Lunes de la III semana de Cuaresma
Acabamos de oír al Salvador proclamar el misterio de la vocación de los gentiles en lugar de los incrédulos judíos; y Naamán es citado aquí como un ejemplo de esta misericordiosa sustitución. Jesús recuerda también a la viuda de Sarepta, la patrona de Elías cuya historia hemos leído hace pocos días. Esta determinación del Señor de llevar su luz de un pueblo a otro, irrita a los fariseos de Nazareth contra el Mesías. Saben que Jesús que está en este momento comenzando su predicación, acaba de obrar grandes maravillas en Cafarnaúm; desearían diera celebridad a su pequeña ciudad obrando también en ella algunos milagros semejantes; mas Jesús sabe que no se van a convertir. ¿Le conocen solamente? Ha vivido con ellos durante treinta años, “creciendo siempre en edad y sabiduría delante de Dios y de los hombres'”. Mas estos potentados del mundo apenas si prestan atención a un pobre obrero, al hijo del carpintero. ¿Saben tal vez que, aunque Jesús habitó por mucho tiempo en Nazareth, sin embargo de eso, no nació en esta ciudad, sino en Belén? Ante ellos, en la Sinagoga de Nazareth acaba de explicar al profeta Isaías con una elocuencia y gracia prodigiosas; anunciaba cómo ha llegado el tiempo del perdón: Su discurso, que llamó la atención y hechizó a los asistentes, a los sabios de la ciudad les ha sorprendido menos que el ruido de los prodigios que obraba en países vecinos. Quieren también ellos verle hacer algún milagro en su presencia, que sea algo espectacular; no lo conseguirán. Que recuerden el discurso que Jesús les ha predicado en la Sinagoga y sobre todo que tiemblen al oír anunciar la vuelta de los gentiles. Mas el divino profeta no es escuchado en su ciudad natal; y si su poder no lo hubiese defendido de la ferocidad de sus indignos compatriotas, la sangre del Justo habría comenzado a correr desde ese día. Está reservada esta triste gloria para la ingrata Jerusalén “ya que ningún profeta debe perecer, si no es dentro de sus muros'”.