28 de marzo
San Juan de Capistrano, confesor
Juan nació en Capistrano, de Peligno.
Estudió en Perusa con muchos progresos en la doctrina cristiana y las artes;
por su ciencia del derecho, Ladislao, rey de Nápoles, le hizo prefecto de
varias ciudades. Mientras estaba santamente rigiendo la nación, y
restableciendo la tranquilidad, fue detenido y encarcelado. Librado
milagrosamente de la cárcel, profesó la Regla de San Francisco entre los
Hermanos Menores. Fue su maestro en las Sagradas Escrituras San Bernardino de
Siena, cuyos ejemplos de virtud, y especialmente su celo en propagar el culto
del santísimo nombre de Jesús y de la Madre de Dios, imitó admirablemente.
Rehusó el obispado de Aquila, y brilló por la severidad de su vida y por los
escritos que publicó para la reforma de las costumbres.
Dedicado con solicitud a la predicación
de la palabra de Dios, recorrió casi toda Italia. En este ministerio, por la
fuerza de sus sermones y el gran número de sus milagros, condujo innumerables
almas al camino de la salvación. El papa Martín V le nombró inquisidor para
acabar con la secta de los fratricellos. Constituido por el Papa Nicolás V
inquisidor general de Italia contra los judíos y sarracenos, convirtió muchos
de ellos a la fe de Cristo. Creó en Oriente muchas instituciones; en el
concilio Florentino brilló como un sol, y reintegró a los armenios a la Iglesia
católica. El mismo Papa, a petición del emperador Federico III, le nombró
legado de Alemania, a fin de convertir los herejes a la fe católica y
restablecer la concordia entre los príncipes. En Alemania como en otros países,
trabajó para la gloria de Dios durante seis años de ministerio, conduciendo al
seno de la Iglesia con su doctrina y milagros a innumerables husitas, adamitas,
taboritas y judíos.
Como el papa Calixto III, a petición de
nuestro Santo, decretó la cruzada, Juan recorrió la Pannonia y otras
provincias, y con sus palabras y escritos inflamó los ánimos de los príncipes
para la guerra santa; en breve tiempo se reunieron 70.000 cristianos. Por sus
consejos y valor se consiguió principalmente la victoria de Belgrado, en la
cual fueron pasados a cuchillo o huyeron 120.000 turcos. Habiendo llegado la
noticia de esta victoria a Roma el día seis de agosto, el mismo papa Calixto
consagró de una manera definitiva el recuerdo de aquel día a la solemnidad de
la Transfiguración de nuestro Señor Jesucristo. Enfermo de mortal dolencia, y
conducido a Willech, fue visitado por varios príncipes, a los cuales exhortó a
la defensa de la religión. Después entregó santamente su alma a Dios, en el año
de gracia 1456. El Señor confirmó su gloria después de su muerte con muchos
milagros; después de probarlos debidamente, el papa Alejandro VIII, en 1690,
incluyó a Juan en el número de los santos. El Papa León XIII extendió a toda la
Iglesia su Oficio y Misa dos siglos después.
Oremos.
Oh Dios, que por el bienaventurado Juan
hiciste que tus fieles con la virtud del santísimo nombre de Jesús triunfasen
de los enemigos de la cruz: te rogamos nos concedas que por su intercesión,
rechazadas las asechanzas de los enemigos espirituales, merezcamos recibir de
ti la corona de la justicia. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.