CRISTO SE ALEJA DE LOS JUDÍOS Y DE LOS PECADORES.
Dom Gueranger
Lunes de la II semana de Cuaresma
CRISTO SE ALEJA DE LOS JUDÍOS Y DE LOS PECADORES. — Me voy; terrible palabra; Jesús vino a salvar a ese pueblo y no reparó en medios para probarle que le amaba. Días atrás vimos que rechazaba a la Cananea y decía que no había venido más que para las ovejas extraviadas de la casa de Israel; y estas ovejas perdidas desconocen su pastor. Advierte a los judíos que pronto se va a retirar y no podrán seguirle adónde va; y esta palabra no les dice nada. Sus obras atestiguan que ha bajado del cielo, pero ellos sólo sueñan en la tierra; cifran todas sus esperanzas en un Mesías terrestre y glorioso como un Conquistador. En balde pasa Jesús por entre ellos obrando el bien; en vano se somete la naturaleza a sus leyes, en vano su sabiduría y doctrina sobrepujan a cuanto los hombres han oído de sublime y bello; Israel está sordo y ciego. Las pasiones más feroces penetran en sus corazones; no se saciarán sino el día en que la Sinagoga pueda lavar sus manos en la sangre del Justo. Pero en ese día se colmará la medida y la cólera divina ejercerá ejemplar venganza, cuyo eco resonará a través de todos los siglos. Tiembla uno de espanto pensando en los horrores del sitio de Jerusalén, en el exterminio de la ciudad y del pueblo que pidió a gritos la muerte de Jesús. El Salvador mismo nos advierte que desde el principio del mundo no se ha visto ni el correr de los siglos venideros hará ver tan espeluznante desastre. Paciente es Dios, aguarda longánimo, pero cuando estalla su furor largo tiempo contenido, arrastra todo por delante y los monumentos de sus venganzas son el espanto de las generaciones sucesivas.
Oh pecadores que hasta la fecha no habéis parado mientes en las admoniciones de la Iglesia, que no habéis pensado todavía en convertir vuestro corazón al Señor vuestro Dios, temblad ante esta palabra: Me voy. Si esta Cuaresma se desliza como las otras, sin haberos convertido tened por cierto que os atañe esta amenaza: moriréis en vuestro pecado. ¿Querréis pedir también vosotros dentro de unos días la muerte del Justo? ¿Gritaréis también: Sea crucificado? ¡Cuidado! Aplastó a todo un pueblo, pueblo al que colmara de favores, pueblo al que mil veces había protegido y salvado; no os ilusionéis que os dará a vosotros largas. Es menester que Cristo triunfe, si no por la misericordia triunfará por la justicia. ¡Humillad vuestras cabezas a Dios!