jueves, 10 de febrero de 2022

SANTA ESCOLÁSTICA, VIRGEN. 10 DE FEBRERO

10 de febrero

Santa Escolástica, virgen.

 

Del libro de los Diálogos de S. Gregorio, Papa.

Libro 2, cap. 33.

Escolástica, venerable hermana de San Benito, se había consagrado a Dios omnipotente desde su infancia. Visitaba a su hermano una vez al año; el varón de Dios iba a recibirla en una posesión del monasterio cerca de su residencia. Mas, cierto día, su venerable hermano descendió para visitarla, acompañado de sus discípulos; y tras haber pasado el tiempo en las divinas alabanzas y santos coloquios, al caer la noche, ambos tomaron la refección. Estando aún en la mesa entregados a santas conversaciones, hízose tarde; y la santa Virgen rogó a su hermano, diciendo: “Te suplico que esta noche no me dejes, a fin de que toda ella la podamos dedicar a la conversación sobre los goces de la vida celestial”. Contestando Benito: “¿Qué dices, oh hermana? Pasar la noche fuera del monasterio, eso no lo puedo hacer”. Al decir estas palabras, el cielo estaba sereno y no se veía nube alguna. Al oír la santa la respuesta negativa de su hermano, puso las palmas de sus manos entrecruzadas sobre la mesa, y ocultando entre ellas su frente, se dirigió al Señor Omnipotente. Al levantarla, era tal la tempestad de rayos y truenos, y la abundancia de lluvia, que a San Benito y a los que le acompañaban les fue imposible salir del lugar.

Y es que la santa religiosa, al apoyar la cabeza en sus manos, había derramado tantas lágrimas, que con ellas consiguió que la serenidad del cielo se trocara en lluvia. La inundación no sobrevino después de la plegaria, sino que fue tal la coincidencia entre ambas, que al levantar la cabeza de la mesa, ya retumbaba el trueno; el movimiento de la Santa y la caída de la lluvia fueron simultáneos. Entonces el hombre de Dios, viendo que la gran tormenta y la inundación causada por la lluvia, le impedían regresar al monasterio, empezó a quejarse contristado, diciendo: “El Dios Omnipotente te perdone, oh hermana. ¿Qué has hecho?” A lo cual ella respondió: “He ahí que te he rogado, y no has querido oírme; he rogado a mi Dios, y me ha oído. Sal, ahora, si puedes, déjame y vuelve al monasterio”. No pudiendo salir el Santo, se vio precisado a quedarse contra su voluntad. Así aconteció que pasaron toda la noche en vela, y con santos coloquios satisficieron los anhelos de sus corazones.

Al día siguiente, la venerable virgen volvió a su propio claustro, y el hombre de Dios a su monasterio. Mas, tres días después, desde de su celda, vio el alma de su hermana que, como una blanquísima paloma, salía de su cuerpo, y hendiendo el aire, penetraba en el cielo. Gozoso de tanta gloria, con himnos y cánticos dio gracias a Dios, y comunicó a sus hermanos la muerte de Escolástica. Les envió en seguida para que trasladasen su cuerpo al monasterio, y le colocasen en el sepulcro preparado para él. Así se realizó que aquellos cuyas almas no dejaron de estar unidas en Dios durante su vida, tampoco tuvieron sus cuerpos separados por el sepulcro.

 

Oremos.

¡Oh Dios, que, para mostrarnos el camino de la inocencia, hiciste entrar en el cielo en forma de paloma el alma de Santa Escolástica, virgen!; concédenos, por sus méritos y oraciones, vivir con tanta inocencia que merezcamos llegar a las alegrías eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.