jueves, 17 de febrero de 2022

La Santa Voluntad de Dios (1) Hora santa con san Pedro Julián Eymard

 

La Santa Voluntad de Dios (... by IGLESIA DEL SALVADOR DE TOL...

 

LA SANTA VOLUNTAD DE DIOS (1)

CONSEJOS DE VIDA ESPIRITUAL

 

La gran ley de santidad, siempre verdadera y perfecta, siempre fecunda en obras, es la ley de conformidad con la santa y siempre amable voluntad de Dios.

La voluntad de Dios ante todo, por encima de todo, en todo y en todos: he ahí la perfección máxima a la que deben estar subordinados todos los demás medios de salvación.

Me alegro al saber que habéis hallado esta rica vena de gracia, de paz y de alegría en el Espíritu Santo.

 

Como niños en brazos de su madre

Establezcamos un gran principio: Id a Dios, a vuestras obligaciones, al prójimo, con espíritu de amor, de amor a su santísima voluntad actual y porque así lo quiere Dios.

Entonces todo se convertirá en un ejercicio uniforme de esta divina voluntad. Seréis dirigidos por esta amable voluntad divina y permaneceréis en libertad sobre todo lo demás.

No tendréis más que una norma de conducta: Dios lo quiere, Dios no lo quiere, Dios no quiere más.

Para conseguir el espíritu de este principio, habréis de orar y meditar algunos días sobre su excelencia; leed algún libro que de él hable, como el tratado De la conformidad con la voluntad de Dios, del P. Rodríguez, etc.; formulad frecuentemente algunos actos de amor a esa voluntad que dirige, acompaña y subsigue a todas nuestras acciones y a todos nuestros estados.

¡Cuán dichoso se siente uno en cualquier lugar teniendo como norma de vida la amorosísima voluntad de Dios! Se está como los niños en brazos de su madre.

Habeos cual niños en manos de Dios. Algunas veces su gracia nos lleva en brazos y marchamos gozosos; otras se contenta con darnos la mano y nos vemos obligados a andar, pero es poca la dificultad que se siente en compañía de Jesús. Frecuentemente nos deja marchar solos por el lodo, a través del desierto; pero al momento llamamos al Señor; Él lo hace con todo intento para enseñarnos que nosotros solos no podemos nada.

Otras veces se complace este buen Padre en hacernos experimentar nuestra flaqueza y en tocar al vivo nuestra miseria.

Agradeced, a pesar de todo, gracia tan insigne, prueba inequívoca de su amor para con vosotros.

Sí, queridos míos estad seguros de que Dios os ama muchísimo y con gran desinterés; cifrad en ello vuestra confianza.

Pero, sobre todo, tened bien entendido que todo cuanto hagáis no le será agradable en tanto no revista el sello de la renuncia a vuestra voluntad por hacer la suya.

Doy mil gracias a Dios de que, cual Padre amantísimo, cuide de vuestra alma y de vuestra vida.

 

Dormid tranquilos; Dios vela por vosotros

No tengáis previsiones inquietas respecto al futuro, ni deseos de una vida más libre, aun para guardar con paz el silencio y recogimiento exteriores, ni tan siquiera para entregaros a la oración.

Dejad a nuestro Señor el cuidado de escogeros, según le plazca, la forma exterior de vuestra vida; aceptad todos los acontecimientos personales que os sobrevengan como venidos de su corazón paternal, teniendo presente que el perfecto amor de Dios ama a Dios en Dios, y que va a Dios por el camino más corto: el camino de la entrega total a su santa voluntad de cada momento.

Mirad cuán buena, previsora y cuán maternal es la divina providencia.

Confiaos a ella; dejadle disponer y hacerlo todo. Dormid tranquilos: Dios vela sobre vosotros y por vosotros.

Pero ¡cuanto cuesta a nuestro corazón morir al “yo” para vivir únicamente de Dios!

Para ayudarnos a morir, Dios remueve cielos y tierra, hace que sobrevengan las flaquezas humanas, las distracciones, las sequedades, las desolaciones, el descontento interior para que nos despojemos de nosotros mismos, y nos coloca en compañía de las criaturas, con todos sus defectos, pasiones, exigencias e importunidades para que nos obliguen a practicar la dulzura, la paciencia, y nos hagan ver que el centro de la paz se encuentra sólo en Dios.

¡Cuántas veces nos contraría el Señor! Cuando queremos obrar nos manda trabajar en cosas que nos disgustan; cuando queremos estar solos, nos coloca en medio de una sociedad molesta y, por desgracia, muchas veces profana.

Digámosle entonces: “¡Dios mío, padre mío! Vuestra santa voluntad es mi todo y os bendeciré en todo lo que hiciere”.

Descansad con toda paz en Dios, a los pies de nuestro dulce maestro, aceptando y adorando su santa y siempre amabilísima voluntad. Estad siempre alegres en el servicio de Dios; entregadle en todo momento cuanto sois y tenéis; reposad tranquilos en su bondad; vivid y obrad en su amor y habréis dado con la verdadera sabiduría.

¡Cuán dichosa es el alma que vela y duerme amparada por esta maternal providencia divina!

 

El mayor triunfo del amor

Ver a Dios en todo, ir a Dios en todo, abandonarse del todo a su voluntad actual: he ahí la regla invariable de un alma interior. Dios, su gloria, su santa voluntad es toda la vida del cristiano.

La única dicha de un alma es cumplir la voluntad de Dios, y si esa divina voluntad es crucificante logra el alma el mayor triunfo de su amor.

El hombre mundano sale al encuentro de las cosas, las fuerza y las obliga a que le sirvan. El hombre de Dios aguarda el momento de la providencia, secunda el movimiento de la gracia y se entrega con confianza filial a toda la voluntad presente y futura de Dios, dejando todo el cuidado y toda la gloria a Dios su Padre.

Dios, la gracia y el tiempo son los tres grandes valores del cristiano. El que cumple la voluntad de Dios en todo momento se encuentra en paz y con fervor.

Permaneced en este centro divino; vivid de la voluntad de Dios, caminad iluminados por esta luz esplendorosa. Estad seguros de que la amorosa providencia de nuestro Señor vela por vosotros y os guía como la nube del desierto a los hebreos. Ya sabéis como Moisés y Aarón no trasladaban el arca sino cuando la nube se levantaba e iba delante de ellos.

Entrad en el desierto con toda confianza.