lunes, 7 de febrero de 2022

SAN ROMUALDO, ABAD Y CONFESOR. 7 DE FEBRERO

7 de febrero

San Romualdo, abad y confesor

 

Romualdo nació en Rávena, hijo de Sergio, de noble linaje. Desde su adolescencia se retiró al monasterio de Clase para hacer penitencia. Allí, las exhortaciones de un santo religioso encendieron en su alma vehementes inclinaciones a la vida piadosa. Teniendo en la iglesia, durante la noche, dos apariciones de San Apolinar, abrazó la vida monástica, según el Santo había pronosticado. Luego fue a las tierras venecianas en busca de Marino, con fama de santidad y austeridad de costumbres, para tenerlo por maestro en la angosta y sublime senda de la perfección.

Con cuantas más asechanzas le hostigaban el espíritu maligno y la envidia de los hombres, mayor era la humildad con que se ejercitaba en ayunos y oraciones y en la meditación de las cosas del cielo, gozando del don de lágrimas. Pero su rostro se mostraba siempre tan gozoso, que alegraba a cuantos en él se fijaban. Príncipes y reyes le tuvieron consideración; muchos, por su consejo, abandonando el siglo, se retiraron a la soledad. Deseó con ansias el martirio, pero al dirigirse a Pannonia para lograrlo, una enfermedad que le atormentaba cuando avanzaba, y que desaparecía al retroceder, se lo impidió.

Ilustre en vida y después de muerto por sus milagros, estuvo dotado también del espíritu de profecía. A semejanza del patriarca Jacob, vio en una visión una escala que de la tierra llegaba al cielo, y por ella unos hombres con vestidos blancos subían y bajaban; en esta visión milagrosa reconoció a los monjes Camaldulenses, de cuyo instituto fue fundador. A la edad de 120 años, de los cuales había consagrado 100 a Dios en la práctica de una vida austera, voló hacia Él, en el año de gracia 1027. Su cuerpo fue hallado incorrupto cinco años después de haber sido sepultado, y se conserva honoríficamente en Fabriano en la iglesia de su Orden.

 

Oremos.

Te suplicamos, Señor, nos recomiende la intercesión del bienaventurado Romualdo, Abad, para que consigamos con su patrocinio lo que no podemos con nuestros méritos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.