martes, 8 de febrero de 2022

SAN JUAN DE MATA, CONFESOR. 8 DE FEBRERO

8 de febrero

San Juan de Mata, confesor

 

Juan de Mata, fundador de la Orden de la Santísima Trinidad para la redención de cautivos, nació en la provincia de Falconia de padres ilustres por su piedad y nobleza. Se trasladó a Áix y luego a París para estudiar teología, obteniendo el grado de doctor. Brilló por su doctrina y sus virtudes. Teniendo en cuenta estas cualidades, el obispo de París le promovió al sagrado orden del presbiterado, que por humildad rehusaba el Santo, a fin de que durante su permanencia en la capital, con el ejemplo de su sabiduría y de su conducta, edificase a la juventud estudiosa. Ofreciendo por vez primera la Misa en el oratorio del obispo, presente junto a otros, mereció ser distinguido con un favor celestial: Se apareció un Ángel revestido con un ropaje blanco y resplandeciente, que tenía cosida sobre el pecho una cruz de color rojo y azul, con los brazos extendidos sobre dos cautivos a su lado: uno cristiano, el otro moro. En éxtasis con esta visión, entendió el varón de Dios que estaba destinado a la redención de los cautivos bajo al poder de los infieles.

Para proceder con madurez en tema tan importante, se retiró al desierto, y quiso Dios que allí hallase a Félix de Valois, el cual hacía ya muchos años que moraba en la soledad. Vivió tres años con él, ejercitándose en la oración, la contemplación y la práctica de todas las virtudes. Un día, en que los dos trataban de cosas divinas cerca de una fuente, un ciervo se acercó llevando entre los cuernos una cruz de color rojo y azul. Y como Félix se admirara por el suceso, le contó Juan la visión que había tenido en la primera misa; se entregaron con más fervor a la oración, y avisados tres veces en sueños, determinaron dirigirse a Roma, para conseguir del Papa la aprobación de la nueva Orden. En aquel tiempo reinaba Inocencio III, el cual los recibió benignamente; y en la fiesta de la octava de Santa Inés, hallándose en la iglesia de Letrán, y pensando en aquel proyecto, durante la Misa solemne mientras elevaba la sagrada Hostia, se le apareció un Ángel con vestido blanco y la cruz de dos colores, en actitud de redimir cautivos. Después de eso, el Papa aprobó el Instituto, mandó que se llamara de la Santísima Trinidad de la Redención de Cautivos, y dispuso que sus religiosos vistieran de blanco con cruz de color rojo y azul.

Instituida así la Orden, los santos fundadores volvieron a Francia, y construido el primer convento en Cerfroy, diócesis de Meaux, Félix permaneció allí para gobernarlo. Juan volvió con algunos compañeros a Roma, en donde el papa Inocencio les cedió la casa, la iglesia y el hospital de Santo Tomás de Formis en el monte Celio, con varias rentas y posesiones. Les dio letras para el emir de Marruecos y empezó la obra de la redención con felices auspicios. Luego Juan se dirigió a España, oprimida en gran parte por el yugo de los sarracenos, y movió el ánimo de los reyes, príncipes y fieles a que se compadeciesen de los cautivos y de los pobres. Edificó monasterios, levantó hospitales, y, con gran bien espiritual de las almas, redimió muchos cautivos. Finalmente, vuelto a Roma, donde se dedicó a santas obras, quebrantado por continuos trabajos y debilitado por una enfermedad, inflamado de ardentísimo amor a Dios y al prójimo, llegó al término de su vida. Por lo cual, convocados los hermanos, y después de haberles exhortado con gran eficacia a la obra de la redención que el mismo cielo les había mostrado, se durmió en el Señor el día diecisiete de diciembre del año mil doscientos trece. Su cuerpo fue sepultado honoríficamente en la misma iglesia de Santo Tomás de Formis.

 

Oremos.

Oh Dios, que por medio de San Juan te dignaste instituir la Orden de la Santísima Trinidad para la redención de los cautivos, valiéndote de una visión celestial: te suplicamos, que por tu gracia y por sus méritos nos veamos libres del cautiverio del alma y del cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.