jueves, 5 de mayo de 2016

AL DUDAR, TOCÓ LAS CICATRICES DE LAS HERIDAS, Y QUITÓ DE NUESTRO CORAZÓN LA HERIDA DE LA DUDA. San Gregorio, Papa


Homilía de maitines

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Homilía de San Gregorio, Papa
Si los discípulos no fueron prontos en creer en la resurrección del Señor, no fue tanto por causa de su debilidad, como a fin de esforzar nuestra fe. Pues la resurrección, por causa de sus dudas, fue demostrada con muchas pruebas; y cuando leemos estos hecho en el Evangelio, ¿no sentimos robustecer nuestra fe por sus mismas dudas? Menos útil ha sido para mí la historia de la María Magdalena, que creyó al momento, que la de Tomás, el cual dudó por mucho tiempo. Al dudar, tocó las cicatrices de las heridas, y de esta suerte quitó de nuestro corazón la herida de la duda.
Para hacer penetrar en nosotros la verdad de la resurrección del Señor, debemos también fijarnos en estas palabras de Lucas: Mientras comía con ellos, les ordenó que no saliesen de Jerusalén. Y en lo que dice después: Viéndolo ellos se elevó, y una nube los privó de su vista. Notad estas palabras, advertid los misterios. Después de comer con ellos, se elevó. Comió y subió al cielo, a fin de que por la acción de comer, se manifestase la realidad de la carne. El evangelista san Marcos recuerda la reprensión dada por el Señor antes de su ascensión a los discípulos por su falta de fe y dureza de corazón. En lo cual, ¿qué otra cosa debemos considerar, sino que el Señor reprendió a sus discípulos cuando los dejó corporalmente, a fin de que sus palabras dichas en su partida quedasen grabadas con más fuerza en los corazones de los oyentes?

Después de reprenderlos por su dureza, oigamos la orden que les dio: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. ¿Acaso, hermanos míos, el santo evangelio debía predicarse a los seres irracionales o a los brutos, ya que dijo a sus discípulos: Predicad a toda criatura? Pero debemos considerar que con el nombre de toda criatura designa al hombre ya que el hombre participa algún tanto de todas las criaturas. Él existe como existen las piedras, él vive como también viven los árboles, siente a semejanza de los animales y tiene inteligencia como los ángeles. De consiguiente, si el hombre tiene algo que le es común con toda criatura, en algún sentido el hombre es toda criatura. Por lo tanto cuando el Evangelio se predica al hombre, se predica a toda criatura.