Homilía de maitines
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Forma Extraordinaria
del Rito Romano
Homilía de San Gregorio, Papa
Si los discípulos no fueron
prontos en creer en la resurrección del Señor, no fue tanto por causa de su
debilidad, como a fin de esforzar nuestra fe. Pues la resurrección, por causa
de sus dudas, fue demostrada con muchas pruebas; y cuando leemos estos hecho en
el Evangelio, ¿no sentimos robustecer nuestra fe por sus mismas dudas? Menos útil
ha sido para mí la historia de la María Magdalena, que creyó al momento, que la
de Tomás, el cual dudó por mucho tiempo. Al dudar, tocó las cicatrices de las
heridas, y de esta suerte quitó de nuestro corazón la herida de la duda.
Para hacer penetrar en nosotros
la verdad de la resurrección del Señor, debemos también fijarnos en estas
palabras de Lucas: Mientras comía con ellos, les ordenó que no saliesen de
Jerusalén. Y en lo que dice después: Viéndolo ellos se elevó, y una nube los
privó de su vista. Notad estas palabras, advertid los misterios. Después de
comer con ellos, se elevó. Comió y subió al cielo, a fin de que por la acción
de comer, se manifestase la realidad de la carne. El evangelista san Marcos recuerda
la reprensión dada por el Señor antes de su ascensión a los discípulos por su
falta de fe y dureza de corazón. En lo cual, ¿qué otra cosa debemos considerar,
sino que el Señor reprendió a sus discípulos cuando los dejó corporalmente, a
fin de que sus palabras dichas en su partida quedasen grabadas con más fuerza
en los corazones de los oyentes?
Después de reprenderlos por su
dureza, oigamos la orden que les dio: Id por todo el mundo y predicad el
Evangelio a toda criatura. ¿Acaso, hermanos míos, el santo evangelio debía
predicarse a los seres irracionales o a los brutos, ya que dijo a sus
discípulos: Predicad a toda criatura? Pero debemos considerar que con el nombre
de toda criatura designa al hombre ya que el hombre participa algún tanto de
todas las criaturas. Él existe como existen las piedras, él vive como también
viven los árboles, siente a semejanza de los animales y tiene inteligencia como
los ángeles. De consiguiente, si el hombre tiene algo que le es común con toda
criatura, en algún sentido el hombre es toda criatura. Por lo tanto cuando el
Evangelio se predica al hombre, se predica a toda criatura.