domingo, 15 de mayo de 2016

DÍA 15 DE MAYO . "MISERICORDIAS MARIAE IN AETERNUM CANTABO"


DÍA 15 DE MAYO 
[Después de recitar el santo rosario y las letanías, se da comienzo al piadoso ejercicio del mes de mayo, con algún canto introductorio como “Venid y vamos todos”.]
INVOCACIONES INICIALES
A LA VIRGEN MARÍA, REINA Y MADRE DE MISERICORDIA
Te saludamos, Virgen María, Reina clemente que, habiendo experimentado la misericordia del Padre  de un modo único y privilegiado, acoges a todos los que en ti se refugian y los escuchas cuando te invocan.  Avemaría y Gloria
Te saludamos, Virgen María, Madre de la misericordia, atenta siempre a los ruegos de tus hijos, para impetrar indulgencia y obtenerles el perdón de los pecados.  Avemaría y Gloria
Te saludamos, Virgen María, dispensadora del amor divino,  que ruegas incesantemente a tu Hijo por nosotros, para que su gracia enriquezca nuestra pobreza y su poder fortalezca nuestra debilidad.  Avemaría y Gloria

DÍA 15  DE MAYO
[Después se lee lo propio para cada día del mes]
Déjame, dulcísima Virgen María, que te llame, con tu siervo san Bernardo, “toda la razón de mi esperanza”. Y que te diga con san Juan Damasceno: “En ti he puesto toda mi confianza”. Tú me has de alcanzar el perdón de mis pecados, la perseverancia hasta la muerte y verme libre del purgatorio. Por ti logran la salvación los que se salvan. Tú, Madre mía, me has de salvar. “Quien tú quieras se salvará” -dice san Bernardo. Quiero salvarme, y me salvaré. Y como das la salvación a cuántos te invocan, te invocaré diciendo:
Jaculatoria: “Salvación de los que te invocan, sálvame” (san Buenaventura)

ORACIÓN PARA FINALIZAR LA VISITA DIARIA
¡Inmaculada Virgen y Madre mía santísima! A ti, que eres la “Madre de mi Señor”, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza y el refugio de los pecadores, acudo en este día yo que soy el más necesitado de todos. Te alabo, Madre de Dios y te agradezco todas las gracias que hasta ahora me has hecho, especialmente la de haberme librado del infierno que tantas veces he merecido.  Te amo, Señora y Madre mía, y por el amor que te tengo te prometo servirte siempre y hacer todo lo posible para que seas también amada de los demás. En ti pongo mi esperanza y mi eterna salvación.  Madre de misericordia, acéptame por tu hijo y acógeme bajo tu manto, y ya que eres tan poderosa ante Dios, líbrame de las tentaciones y dame fuerza para vencerlas hasta la muerte. Te pido el verdadero amor a Jesucristo. De ti espero la gracia de una buena muerte.  Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te ruego que siempre me ayudes, pero mucho más en el último momento de mi vida. No me desampares mientras no me veas a tu lado en el cielo, bendiciéndote y cantando tus misericordias por toda la eternidad. Amén. [Se puede terminar con alguna oración popular a la Virgen como la Salve, Oh Señora mía, Bendita sea tu pureza, etc, o un canto apropiado.]