DIOS NOS HA CREADO PARA VIVIR JUNTOS
Reflexión diaria del
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n. 149-151)
El hombre es un
ser social porque así la ha querido Dios que lo ha creado.
Que hermosamente está expresado en el relato del Génesis cuando Adán, a pesar
de estar rodeado de todas las maravillas de la creación, se siente sólo, hasta
que Dios crea a la mujer: un tú con el que relacionarse.
El hombre creado
a imagen y semejanza de Dios, y constituido en el universo visible para vivir
en sociedad y dominar la tierra, está llamado desde el comienzo a la vida
social: «Dios no ha creado al hombre como un “ser solitario”, sino que lo ha
querido como “ser social”. La vida social no es, por tanto, exterior al hombre,
el cual no puede crecer y realizar su vocación si no es en relación con los
otros ».
Por la soberbia y el egoísmo,
consecuencias del pecado original, el hombre descubre en sí mismo gérmenes de
insociabilidad, de cerrazón individualista y de vejación del otro. Esto ha de
superarse, buscando el bien para sí y para los demás uniéndose en sociedad en
la búsqueda del bien común.
Dentro de esta sociabilidad del hombre,
hay algunas sociedades, como la familia,
la comunidad civil y la comunidad religiosa, que corresponden más
inmediatamente a la íntima naturaleza del hombre y por tanto indispensables
para su desarrollo personal, y otras que son más arbitrarias pero no por ello menos
importantes.
Toda asociación ayuda a desarrollar las propias
cualidades en beneficio de los otros, en particular, su sentido de iniciativa y
de responsabilidad; y es también una forma de proteger los propios derechos.
Tristemente, hoy vemos como el hombre está enfermo, por el miedo que
tiene a comprometerse y asociarse, a ser responsable, a mantener su palabra. Y,
en cambio, su necesidad de relacionarse sigue viva y busca forma de
socialización “peligrosas” como las redes sociales donde todo es más “impersonal”.
Sin despreciar estos medios actuales, es necesario hacer un esfuerzo por
nuestra parte y en cuánto a la educación de los niños y de los jóvenes, para
fomentar la socialización “real” con las personas de nuestro entorno. También
es importante corregir la conciencia individualista y reavivar la conciencia de
la necesidad de compromiso.