jueves, 19 de mayo de 2016

COMO DEBE SER EL QUE EVANGELICE EL REINO DE DIOS. San Ambrosio


JUEVES DE LA OCTAVA DE PENTECOSTES
FIESTA EXTRALITÚRGICA DE CRISTO SACERDOTE
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Libro 6 sobre el cap. De San Lucas
Los preceptos evangélicos señalan como debe ser el que evangelice el reino de Dios, a saber; debe proceder sin bastón, sin alforja, sin calzado, sin pan, sin dinero, esto es, sin buscar los auxilios de este mundo, sino que debe creer por la fe que cuanto menos busque aquellas cosas, con más abundancia le serán otorgadas. Esta mismas palabras del Evangelio, podemos si queremos, interpretarlas como encaminadas a la espiritualización de los afectos de nuestro corazón. Este, en efecto, parece que en cierta manera se despoja como de un vestido material, cuando no contentándose con el desprecio de  las ambiciones y de las riquezas, renuncia además a las seducciones de la carne. A los predicadores del Evangelio, se les da en primer lugar el precepto general de paz, de mantener la constancia, de observar las leyes que impone la hospitalidad. Pues ciertamente es muy impropio del predicador del reino celestial, recorrer las casas y desconocer las leyes de la inviolable hospitalidad.
Más, si como se nos prescribe la gratitud por el beneficio de la hospitalidad, así se nos ordena que si no somos recibidos, sacudamos el polvo y abandonemos la ciudad.  Con esto se nos indica que la recompensa de la hospitalidad no será poca, ya que no tal solo con ella conseguirán la paz los que nos reciban, sino que si tuvieran en su conciencia alguna mancha, efecto de su fragilidad, esta se borrara con los predicadores apostólicos. No sin motivo, en el Evangelio de San Mateo se recomienda a los Apóstoles el escoger la casa en que deban morar, a fin de que no se expongan al peligro de quebrantar la hospitalidad cambiando de morada. Pero no se prescribe igual precaución al que recibe al huésped, no sea que al elegirle sufra menoscabo la verdadera hospitalidad.
Mas este precepto relativo a la sagrada obligación de la hospitalidad, puede también aplicarse en sentido espiritual. Pues cuando se elige una casa, se busca un huésped digno. Veamos por lo mismo, si con ello se nos manifiesta la preferencia que debemos dar a la iglesia y a Cristo. Y a la verdad, ¿qué casa más digna de recibir la predicación apostólica que la Iglesia? Y, ¿quién debe ser más preferido que Cristo, el cual acostumbra lavar los pies a sus huéspedes, y lo que es más, no permite que los que ha recibido en su casa permanezcan en un camino inmundo, sino que al hallarlos cubiertos de manchas de la vida pasada, se digna purificarlos para el provenir? Por lo tanto, Cristo es él solo huésped a quien nadie debe dejar, ni cambiar por otro. Con razón se le dirigen estas palabras: “Señor ¿a quién iremos? Tú eres el que tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos.”

Transcripto por Dña. Ana María Galvez