martes, 17 de mayo de 2016

NO DEBEMOS DECIR QUE VIVEN BIEN, CUANTOS POR SU CEGUEDAD IGNORAN EL FIN DE LA VIDA BUENA, O POR SU SOBERBIA LO DESPRECIAN. San Agustín


Homilía de maitines

MARTES DE LA OCTAVA DE PENTECOSTÉS
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Trat. 45 sobre San Juan, después del principio
El Señor en la lección de este día propuso una semejanza respecto de su rebaño y de la puerta por la que se entra en el aprisco. Digan, por tanto, los paganos: ¡Nos portamos bien! Si no entran por la puerta ¿Qué les aprovecha aquello de que se glorían? El vivir bien deba aprovechar a cada uno para conseguir el vivir siempre, ¿Qué le aprovecha vivir bien? Porque no debemos decir que viven bien, cuantos por su ceguedad ignoran el fin de la vida buena, o por su soberbia lo desprecian. Nadie tiene esperanza cierta y verdadera de vivir siempre, a no ser que conozca la vida que es Cristo, y así por la puerta entre en el aprisco.
Muchas veces estos tales pretenden persuadir a los demás que vivan honestamente, pero sin ser cristianos. Con esto pretenden entrar por otra parte, arrebatar las ovejas y matarlas. No quieren, como el Buen Pastor, conservar su vida y salvarlas. Hubo algunos filósofos que trataron cosas muy sutiles acerca de las virtudes y de los vicios, distinguiendo, definiendo, sacando conclusiones muy agudas con las cuales llenaron sus libros, publicando su sabiduría con palabras llenas de vanidad, y se atrevían también a decir a los hombres: seguidnos; ingresad en nuestra secta, si queréis vivir felizmente. Más no entraban por la puerta. Querían perderlos, arruinarlos y darles muerte.
Y, ¿qué diremos de los Judíos? He aquí que los mismos fariseos leían las Escrituras, y en lo que leían celebraban a Cristo, esperaban su venida, y cuando estaba presente no le reconocían. Presumían de ser videntes, esto es, del número de los sabios, y negaban a Cristo, y así no entraban por la puerta. De consiguiente, a los que por acaso seducían les atraían no para librarles sino para perjudicarles y matarles. Pero dejemos a estos. Vamos a aquellos que se glorían con el nombre de Cristo, si entran en la verdad de la puerta. Pues son innumerables los que no solo se llaman a sí mismos videntes, sino que pretenden ser iluminados por Cristo. Más éstos son herejes.

Transcripto por Dña. Ana María Galvez