viernes, 20 de mayo de 2016

APRENDE, TÚ QUE JUZGAS, A PERDONAR; APRENDE, TU QUE ESTÁS ENFERMO, A IMPETRAR. San Ambrosio


Homilía de maitines
VIERNES DE TEMPORÁS EN LA OCTAVA DE PENTECOSTES
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN AMBROSIO, OBISPO
Libro 5 sobre el cap. 5 de San Lucas, después del principio
No es vana ni de poca importancia la curación de este paralitico, pues vemos que antes de realizarla oró el Señor. No oró para impetrar auxilio alguno, sino para darnos ejemplo. Nos mostró el ejemplo que debíamos imitar; no buscó la ostentación en la oración. Habiendo acudido de todas partes de Galilea, de Judea y de Jerusalén doctores de la Ley, entre las curaciones de otros enfermos, el Evangelio nos describe la curación de este paralítico. Ante todo, según hemos ya indicado anteriormente, debe procurar quienes se interesen por su salud, a fin de que, gracias a ellos, el relajamiento de nuestra vida y el curso vacilante de nuestras acciones, sean reformados mediante la medicina de la palabra celestial.
Tenga, pues, nuestro espíritu algunas personas que con sus advertencias eleven el alma hacia las cosas superiores, aunque ella se sienta como impedida por la debilidad exterior del cuerpo. Mediante su auxilio será fácil al alma levantarse y humillarse ante Jesús, haciéndose así digna de que la mire el Señor. Pues es cierto que él atiende a los humildes, supuesto que él fijo sus ojos en la humildad de su sirvienta. Al ver el Hijo de Dios la fe de aquellos hombres, dijo: “Te son perdonados tus pecados” ¡Cuán grande es el Señor, que perdona a los unos por los méritos de los demás, y que mientras manifiesta su aprobación a los unos, perdona las faltas de los otros! ¿Por qué, oh hombre, la plegaria de tu igual no tendría influencia sobre ti, cuando para con Dios un esclavo tiene el mérito necesario para interceder y el derecho de pedir?
Aprende, tú que juzgas, a perdonar; aprende, tu que estás enfermo, a impetrar. Si desconfías de conseguir el perdón de los pecados graves, acude a quienes rueguen por ti, pide a la Iglesia, para que ruegue por ti para que, por consideración a ella, lo que a ti podía negar el Señor, te sea perdonado. Y aunque no debamos dejar de creer lo que nos enseña la historia, -creemos, en efecto, que el cuerpo de este paralítico fue verdaderamente curado,- reconozcamos con todo en él, la curación del hombre interior, al cual se han perdonado los pecados. Cuando los Judíos afirman que los pecados solamente pueden ser perdonados por Dios, confiesan ya a Jesús por Dios, y muestran su mala fe, reconociendo la obra divina, pero negando la divinidad de la persona.

Transcripto por Dña. Ana María Galvez