Santo Rosario.
Por la señal...
Monición inicial: En la Forma Extraordinaria del Rito Romano, se celebra la memoria de San
Pío V, papa, de la Orden de Predicadores, que, elevado a la sede de Pedro, se
esforzó con gran piedad y tesón apostólico en poner en práctica los decretos
del Concilio de Trento acerca del culto divino, la doctrina cristiana y la
disciplina eclesiástica, promoviendo también la propagación de la fe. Se durmió
en el Señor en Roma, el día primero del mes de mayo (1572). Convencido de la
poderosa intercesión de la Virgen decía: “No fueron las técnicas, no fueron las
armas, las que nos consiguieron la
victoria. Fue la intercesión de la
Santísima Virgen María, Madre de Dios.”
Con algunos párrafos del Catecismo editado durante su pontificado, meditamos el
rosario de hoy:
Señor mío
Jesucristo...
MISTERIOS LUMINOSOS
1.-El Bautismo del Señor en el Jordán
“Podríamos,
pues, definir al bautismo de esta manera: el sacramento de la regeneración
cristiana por medio del agua con la palabra.
Todos los hombres nacemos en Adán hijos de ira; mas por el bautismo
renacemos en Cristo hijos de misericordia, porque dio a los hombres poder de
venir a ser hijos de Dios; a aquellos que creen en su nombre, que no de la
sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios, son
nacidos (Jn 1,12-13).”
2.-El Milagro de las Bodas de Cana
“¿Podrá
haber alma que no se encienda en fuego de amor al ver a un Señor tan grande,
benigno y misericordioso que, teniéndonos bajo su pleno dominio, como
auténticos siervos rescatados por su sangre, prefiere, en fuerza de su amor,
llamarnos no siervos, sino amigos y hermanos? Semejante caridad es motivo
justísimo - sin duda el mayor de todos - por el que perpetuamente debemos reconocer,
servir y venerar a Cristo como a verdadero Señor nuestro.”
3.- El anuncio del Reino invitando a la conversión.
“Llamamos
"penitencia interior" a aquella virtud por la que nos convertimos a
Dios de todo corazón, detestamos profundamente los pecados cometidos y
proponemos firmemente la enmienda de las malas costumbres, esperanzados por
ello de obtener el perdón de la misericordia divina. A esta virtud interior se
une con frecuencia (si bien no es un efecto necesario) un doloroso pesar del
alma, verdadera emoción sensible. Por esto muchos Padres definieron la
penitencia como un "dolor interior del alma.”
4.-La Transfiguración del Señor
“Junto
a la humildad y alegría, sepamos poner en nuestra petición una saliente nota de
sencillo y total abandono en la voluntad divina. En este santo abandono
encontrará el cristiano su mayor fuente de fortaleza y fidelidad; cada uno
deberá perseverar en el deber y en el bien, aunque lo valore inferior a sus
méritos; perseverará en el deber y en el bien, aunque haya de renunciar a sus
propios criterios y gustos, por uniformarse totalmente al divino querer. Todo
lo aceptará de Aquel que sabe proveer, mejor que nosotros mismos, a nuestra
vida, sabiendo que la pobreza, las enfermedades, persecuciones, dificultades y
cruces no suceden sin o contra la voluntad de Dios, en quien hay que buscar la
razón última de todas las cosas. Nada, por consiguiente, será capaz de
abatirnos, ni mucho menos de hacernos desesperar. Con invicta constancia y
supremo amor, siempre y en todo repetiremos: Hágase la voluntad del Señor (); o
como el santo Job: Dios me lo dio, Dios me lo ha quitado. ¡Sea bendito el
nombre de Dios! (Jb 1,21).”
5.- La institución de la Eucaristía
“Veamos
ya la admirable propiedad y eficacia con que el pan y el vino expresan las
divinas realidades simbolizadas en este sacramento. a) Ella significa en primer lugar a Cristo,
como verdadera vida de los hombres. Él mismo dijo: Porque mi carene es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebí' da (Jn 6,55). Dando el cuerpo
de Cristo nuestro Señor verdadero alimento de vida a quienes reciben la
Eucaristía con pureza y santidad, con razón fueron elegidos como materia de la
misma los elementos con que se mantiene la vida terrena. Ello nos hará
comprender fácilmente que el alma encuentra su plena saciedad en la comunión
del cuerpo y sangre preciosa de Cristo.
b) Sirven también el pan y el vino para que mejor actuemos nuestra fe en
la presencia real del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo en el
sacramento de la Eucaristía. Cada día constatamos, en efecto, la transformación
del pan y del vino - por virtud natural en el cuerpo y sangre de nuestra misma
persona. Este mero símil nos ayudará a creer en la conversión de la substancia
del pan y del vino en la verdadera carne y sangre de Cristo, en virtud de la
consagración. c) Nos ayudará, además,
esta admirable conversión de los elementos a comprender lo que se realiza en
las almas (30). Porque así como el pan resulta de muchos granos de trigo, y el
vino de muchos racimos de uva, así los cristianos, aunque seamos muchos, en
virtud del misterio eucarístico, nos unimos y estrechamos íntimamente en un
único y místico Cuerpo.”