Lecciones del II Nocturno de Maitines
Del Libro de los Morales de San Gregorio, Papa.
Libro IV, cap. 3 y 4.
¿Por qué David, que no devolvió mal por mal, enterado de que Saúl y Jonatás habían muerto, maldijo los montes de Gelboé: “Montes de Gelboé, ni el rocío ni la lluvia caigan ya jamás sobre vosotros; ni campos haya de donde sacar la ofrenda de las primicias; puesto que allí es donde fue arrojado por el suelo el escudo de los fuertes, el escudo de Saúl, como si no hubiese sido ungido con el óleo santo”? ¿Por qué Jeremías, viendo que su predicación chocaba contra las malas disposiciones de los oyentes, dejó escapar esta imprecación: “Maldito aquel hombre que dio la nueva a mi padre, diciéndole: Te ha nacido un hijo varón”?
¿Las colinas de Gelboé son culpables de la muerte de Saúl, para no recibir ni rocío ni lluvia, y se trueque en árida su vegetación, por la maldición? Gelboé significa corriente de agua, y siendo Saúl figura de la muerte de nuestro Mediador, los montes de Gelboé representan a esos judíos de corazón soberbio que, deslizándose en una corriente de codicias terrenales, vinieron a mezclarse en la muerte de Jesucristo. El Rey, el Ungido verdadero, perdió la vida del cuerpo en medio de ellos; privados de todo rocío de gracia, quedan reducidos a la esterilidad.
Ya no podrán ser tierra de primicias. Esas almas soberbias no dan frutos nuevos, por permanecer en la infidelidad cuando vino el Redentor, y no querer seguir las primeras enseñanzas de la fe. Y mientras la Iglesia Santa se ha mostrado desde el principio precozmente fecunda por la multitud de naciones que ha engendrado, apenas recogerá, en los postreros tiempos, algunos judíos de los que queden todavía, recolectándolos como una tardía cosecha y haciéndolos servir como frutos de la otoñada.