DÍA 7. SANGRE DE CRISTO, FUENTE DE VIDA ETERNA
Mes de julio a la preciosísima Sangre de Jesús
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ante Jesús Sacramentado, visitándolo en el Sagrario ya presencialmente, ya espiritualmente, recitemos la siguiente oración compuesta por san Alberto Magno:
ORACIÓN A LA PRECIOSA SANGRE DE JESÚS
de San Alberto Magno
Yo te adoro, Oh Preciosa Sangre de Jesús, flor de la creación, fruto de virginidad, instrumento inefable del Espíritu Santo, y me regocijo al pensar que tú viniste de la gota de la sangre virginal sobre la cual el amor eterno imprimió su movimiento; Tú fuiste asumida por la Palabra y deificada en Su persona.
Yo estoy embargado de emoción cuando pienso de tu paso del corazón de la Santísima Virgen al corazón de la Palabra, y, siendo vivificada por el aliento de la Divinidad, volviéndote adorable porque te volviste la sangre de Dios.
Yo te adoro dentro de las venas de Jesús, preservada en su humanidad como el maná en la urna de oro, el memorial de la Redención eterna que El cumplió durante los días de su vida terrenal. Yo te adoro, Sangre de la nueva y eterna alianza, fluyendo de las venas de Jesús en Getsemaní, de la carne arrancada por los latigazos en el Pretorio, de sus manos y pies perforados y de su costado abierto en el Gólgota. Yo te adoro en los Sacramentos, en la Eucaristía, donde yo sé que estás sustancialmente presente...
Pongo toda mi confianza en Ti, Oh Sangre adorable, nuestra Redención, nuestra regeneración. Cae, gota a gota, en los corazones que se han alejado de Ti y suavízalos de su dureza.
Oh adorable Sangre de Jesús, lava nuestras manchas, sálvanos de la ira del ángel vengador. Irriga la Iglesia; hazla fructífera con apóstoles y trabajadores de milagros, enriquécela con almas que sean santas, puras y radiantes con belleza divina. Amén.
1. Sangre de Cristo, fuente de vida eterna
La Sangre de Cristo es fuente de vida eterna y resurrección. Así lo declara Jesús en su discurso del Pan de vida tras la multiplicación de los panes. “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí” (Juan 6, 53-57).
Cada vez que recibimos la Sagrada Comunión, aunque sea solamente bajo una especie, recibimos completamente a Jesús: su carne, sangre, alma y divinidad. Si comulgamos bien y en las debidas disposiciones, este sacramento, como verdadero alimento y bebida, estrecha más y más nuestra unión con Cristo y con su Iglesia, fortalece y renueva la vida sobrenatural en nosotros y nos impulsa en la caridad con el prójimo. Este sacramento, como el fuego que purifica, nos perdona los pecados veniales y, como un escudo sobrenatural, nos preserva del pecado mortal. No hay mayor unión posible con Dios en esta vida que a través de la Sagrada Comunión: donde recibimos al mismo Cristo y con Él toda gracia y bendición. Como el pueblo de Israel en el desierto nosotros, peregrinos en este valle de lágrimas, recibimos el sacramento del cuerpo y la sangre del Señor en nuestro camino hacia el cielo uniéndonos de algún modo, todavía no perfecto, a Dios y a la Iglesia triunfante de la Virgen y los santos.
PROPÓSITO: Preparar debidamente y agradecer la Sagrada Comunión, y hacer a menudo la comunión espiritual: “Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y el fervor de los santos.”
JACULATORIA: Sangre de Cristo, fuente de vida eterna, sálvanos.
Para finalizar: