7 de julio. San Cirilo y San Metodio, obispos, confesores, copatrones de Europa
De la Carta Encíclica del papa León XIII.
Cirilo y Metodio eran hermanos. Nacidos en Tesalónica, de padres muy nobles, trasladáronse muy pronto a Constantinopla para estudiar las artes liberales en la capital del Oriente. Ambos hicieron grandes progresos en poco tiempo, distinguiéndose sobre todo Cirilo, el cual adquirió tal reputación, que por una especial distinción le daban el nombre de filósofo. Metodio abrazó la vida monástica; Cirilo llegó a hacerse digno de que la emperatriz Teodora, por consejo del Patriarca Ignacio, le confiara la misión de instruir en la fe cristiana a los Cázaros, que habitaban más allá del Quersoneso. Instruidos estos pueblos por sus predicaciones y movidos por la gracia de Dios, después de renunciar a muchas supersticiones, abrazaron la fe de Jesucristo. Una vez constituida la nueva comunidad de cristianos, Cirilo se apresuró a volver a Constantinopla para retirarse al monasterio de Polícrono, en donde residía Metodio. Pero entre tanto llegó a Ratislao, príncipe de Moravia, la fama de los éxitos alcanzados más allá del Quersoneso, y pidió algunos operarios evangélicos a Miguel III, emperador de Constantinopla. Cirilo y Metodio fueron destinados a esta misión y acogidos con gran alegría a su llegada a Moravia. Emprendieron con tanta energía y actividad la obra de impulsar las enseñanzas cristianas en los espíritus, que pronto la nación entera se convirtió de corazón a Jesucristo. Sirvió mucho a Cirilo, para conseguir este resultado, el conocimiento de la lengua eslava, que antes había aprendido, y la traducción que había hecho a la lengua propia de aquel pueblo, de los libros sagrados del Antiguo y del Nuevo Testamento. Cirilo y Metodio fueron los inventores del alfabeto de la lengua eslava, por lo que son considerados los padres de esta lengua.
Hechos tan notables llegaron a los oídos de Roma, y el Papa Nicolás I llamó a los ilustres hermanos. Encamináronse a Roma, llevando con ellos las reliquias del Papa San Clemente I, descubiertas por Cirilo en Quersoneso. Al saberlo Adriano II, que había sucedido a Nicolás, quien acababa de morir, salió a recibirles con solemnidad, acompañado del clero y del pueblo. Cirilo y Metodio informaron al Papa del desempeño de la misión apostólica que habían llevado a cabo tan santamente y con muchos trabajos. Acusados por algunos envidiosos de haber empleado la lengua eslava en los santos Misterios, adujeron en su defensa tantos y tan luminosos argumentos, que merecieron la aprobación del Papa y de los allí presentes. Habiendo ambos jurado perseverar en la fe de San Pedro y de los romanos Pontífices, fueron consagrados Obispos por Adriano. Mas estaba decretado por la Providencia que Cirilo, más avanzado en la virtud que en los años, terminaría sus días en Roma. La conducción de su cadáver se efectuó en medio de una manifestación popular de duelo; fue depositado en la tumba que había construido para sí Adriano II; trasladado después a la basilica de S. Clemente, fue sepultado junto a las reliquias de este santo Papa. Durante su paso por las calles, al canto solemne de los Salmos, con una pompa más semejante a una apoteosis triunfal que a un acto fúnebre, pareció que el pueblo romano le otorgaba los honores celestiales. Metodio volvió a Moravia con el propósito de constituirse en modelo de su rebaño, y se puso, cada día con más celo, al servicio de los intereses católicos. Confirmó en la fe cristiana a los Pannonios, los Búlgaros y los Dálmatas, y trabajó para convertir al culto del único Dios verdadero a los Carintios.
Acusado ante Juan VIII, sucesor de Adriano, como suspecto en la fe y de haber cambiado las costumbres, fue llamado a Roma para defenderse ante el Papa, los Obispos y algunos miembros del clero romano. No le costó poner de manifiesto su fidelidad en conservar la fe católica y su celo en enseñar a los demás; y en cuanto al empleo de la lengua eslava en los sagrados ritos, les convenció de que había obrado legítimamente, obedeciendo a sólidos motivos y con anuencia del Papa Adriano, y de que, por otra parte, nada hay en las Sagradas Escrituras que se oponga a esta práctica. Ante tales razones, el romano Pontífice se puso de parte de Metodio, y mandó reconocer su potestad arzobispal y la legitimidad de su misión en los países eslavos, a cuyo efecto publicó él mismo una carta. De vuelta a Moravia, continuó Metodio cumpliendo el cargo que se le confiara, sufriendo de buen grado, hasta el destierro. Condujo a la fe al príncipe de los Bohemios y a su esposa, y extendió por todo el país el nombre de cristiano. Habiendo llevado la luz del Evangelio a Polonia, instituyó una sede episcopal; penetró, según algunos historiadores, en la Moscovia y fundó el obispado de Kiev; volvió por último a Moravia entre los suyos, sintiendo cerca el fin de su carrera, designó él mismo su sucesor, y tras dirigir al clero y al pueblo sus postreras recomendaciones, terminó esta vida, que había sido para él el camino del cielo. Sus funerales tuvieron lugar en Moravia, con los mismos honores tributados a Cirilo en Roma. El Papa León XIII dispuso que la fiesta de ambos, celebrada ya de antiguo entre los eslavos, lo fuera también por toda Iglesia con Oficio y Misa propios.
Oremos.
Omnipotente y eterno Dios, que concediste a los pueblos eslavos el llegar al conocimiento de tu nombre por medio de los bienaventurados Cirilo y Metodio, otórganos la consecución de la compañía de aquellos en cuya felicidad nos gloriamos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.