domingo, 3 de julio de 2022

JESUCRISTO ENCADENÓ AL DEMONIO. San Agustín

Lecciones del II Nocturno de Maitines

 

Sermón de San Agustín, Obispo.
Sermón 197 de Tempore, cerca de la mitad.

Los cuarenta días en que los hijos de Israel se hallaban ante el enemigo, recuerdan las cuatro estaciones y las cuatro partes del mundo. Significan la vida presente, en que el pueblo cristiano combate con un Goliat y su ejército: con el diablo y sus ángeles. No podría vencer, si el verdadero David, Jesucristo, no hubiera descendido con su cayado: con el misterio de su cruz. Antes de la venida de Jesucristo, el diablo no tenía trabas; pero al venir Jesucristo, hizo de él lo que dice el Evangelio: “Ninguno puede entrar en la casa del hombre fuerte para robarle sus alhajas, si primero no ata bien al hombre fuerte”. Vino, pues, Jesucristo y encadenó al demonio.

Si fue encadenado, ¿por qué tiene todavía tanto poder? Tiene mucho poder, pero lo tiene sobre los tibios, los negligentes, los que verdaderamente no temen a Dios. Sujeto como un perro atado a la cadena, no puede morder a nadie, excepto al imprudente que se liga con él por una funesta confianza. Juzgad la locura del hombre que se deja morder por ese perro encadenado. Procura tú no ligarte con él por los deseos y las codicias del siglo, y él no intentará acercarse a ti. Puede ladrar, puede provocar, pero no puede morder, si uno resueltamente no lo quiere. Porque si daña, no es por violencia, sino por la persuasión. No arranca nuestro consentimiento; lo solicita.

David halló al pueblo hebreo frente al enemigo. Mas como nadie se atrevía a entablar un combate singular, él, figura de Jesucristo, salió de filas, empuñó su bastón y marchó contra el gigante. Se vio entonces figurado en su persona lo que más tarde se cumplió en nuestro Señor Jesucristo. El verdadero David, Jesucristo, venido a combatir al Goliat espiritual, esto es, al diablo, quiso llevar Él mismo la cruz. Fijaos, hermanos, en el sitio en que David hirió a Goliat: justamente en la frente, en donde no tenía el signo de la cruz. Es que, así como el bastón representaba la cruz, así también la piedra que hirió a Goliat, figuraba a Jesucristo, nuestro Señor.