DÍA 10. SANGRE DE CRISTO, BROTANDO EN LA FLAGELACIÓN
Mes de julio a la preciosísima Sangre de Jesús
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ante Jesús Sacramentado, visitándolo en el Sagrario ya presencialmente, ya espiritualmente, recitemos la siguiente oración compuesta por san Alberto Magno:
ORACIÓN A LA PRECIOSA SANGRE DE JESÚS
de San Alberto Magno
Yo te adoro, Oh Preciosa Sangre de Jesús, flor de la creación, fruto de virginidad, instrumento inefable del Espíritu Santo, y me regocijo al pensar que tú viniste de la gota de la sangre virginal sobre la cual el amor eterno imprimió su movimiento; Tú fuiste asumida por la Palabra y deificada en Su persona.
Yo estoy embargado de emoción cuando pienso de tu paso del corazón de la Santísima Virgen al corazón de la Palabra, y, siendo vivificada por el aliento de la Divinidad, volviéndote adorable porque te volviste la sangre de Dios.
Yo te adoro dentro de las venas de Jesús, preservada en su humanidad como el maná en la urna de oro, el memorial de la Redención eterna que El cumplió durante los días de su vida terrenal. Yo te adoro, Sangre de la nueva y eterna alianza, fluyendo de las venas de Jesús en Getsemaní, de la carne arrancada por los latigazos en el Pretorio, de sus manos y pies perforados y de su costado abierto en el Gólgota. Yo te adoro en los Sacramentos, en la Eucaristía, donde yo sé que estás sustancialmente presente...
Pongo toda mi confianza en Ti, Oh Sangre adorable, nuestra Redención, nuestra regeneración. Cae, gota a gota, en los corazones que se han alejado de Ti y suavízalos de su dureza.
Oh adorable Sangre de Jesús, lava nuestras manchas, sálvanos de la ira del ángel vengador. Irriga la Iglesia; hazla fructífera con apóstoles y trabajadores de milagros, enriquécela con almas que sean santas, puras y radiantes con belleza divina. Amén.
1. Sangre de Cristo, brotando en la flagelación
Comienza a brotar la sangre de Cristo como un manantial salido de su cuerpo sobre el mundo, cuando Pilato lo entrega a la tropa para que le dé un escarmiento terrible para calmar así el odio y la sed de sangre de las turbas judías que pedían la muerte del Redentor.
Jesús fue atado con cuerdas gruesas y resistentes, las manos por encima de la cabeza, de manera que no pudiera cubrirse con sus brazos. El látigo, formado por tres correas de cuero, terminaba en dos bolas de plomo alargadas a veces, incluso, con forma dentada. El número de latigazos, según la ley hebrea, era de 39 más 1. Los romanos no tenían límite alguno al número de latigazos: el fin de la flagelación era el castigo dejándolo irreconocible y lleno de heridas y sangre. Solamente había una condición: el dejarlo con vida.
La flagelación era terrible hiriendo la piel, la carne de los músculos pero también los mismos huesos y órganos. Nuestro Señor era sólo dolor.
El suelo de aquel lugar fue un lago de sangre.
Adoremos esta Sangre preciosa derramada en la flagelación. Adoremos el exceso de amor de Jesús por nosotros. Rechacemos el pecado. Pidamos perdón por tantas recaídas en los mismos vicios. Reparemos la falta de propósito de enmienda en nuestras confesiones.
PROPÓSITO: Hacer examen de conciencia acerca de nuestras confesiones pasadas.
JACULATORIA: Sangre de Cristo, brotando en la flagelación, sálvanos.
Para finalizar: