DÍA 12. SANGRE DE CRISTO, DERRAMADA EN LA CRUZ
Mes de julio a la preciosísima Sangre de Jesús
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ante Jesús Sacramentado, visitándolo en el Sagrario ya presencialmente, ya espiritualmente, recitemos la siguiente oración compuesta por san Alberto Magno:
ORACIÓN A LA PRECIOSA SANGRE DE JESÚS
de San Alberto Magno
Yo te adoro, Oh Preciosa Sangre de Jesús, flor de la creación, fruto de virginidad, instrumento inefable del Espíritu Santo, y me regocijo al pensar que tú viniste de la gota de la sangre virginal sobre la cual el amor eterno imprimió su movimiento; Tú fuiste asumida por la Palabra y deificada en Su persona.
Yo estoy embargado de emoción cuando pienso de tu paso del corazón de la Santísima Virgen al corazón de la Palabra, y, siendo vivificada por el aliento de la Divinidad, volviéndote adorable porque te volviste la sangre de Dios.
Yo te adoro dentro de las venas de Jesús, preservada en su humanidad como el maná en la urna de oro, el memorial de la Redención eterna que El cumplió durante los días de su vida terrenal. Yo te adoro, Sangre de la nueva y eterna alianza, fluyendo de las venas de Jesús en Getsemaní, de la carne arrancada por los latigazos en el Pretorio, de sus manos y pies perforados y de su costado abierto en el Gólgota. Yo te adoro en los Sacramentos, en la Eucaristía, donde yo sé que estás sustancialmente presente...
Pongo toda mi confianza en Ti, Oh Sangre adorable, nuestra Redención, nuestra regeneración. Cae, gota a gota, en los corazones que se han alejado de Ti y suavízalos de su dureza.
Oh adorable Sangre de Jesús, lava nuestras manchas, sálvanos de la ira del ángel vengador. Irriga la Iglesia; hazla fructífera con apóstoles y trabajadores de milagros, enriquécela con almas que sean santas, puras y radiantes con belleza divina. Amén.
12. Sangre de Cristo, derramada en la Cruz
Tendido sobre la cruz, clavadas y atadas sus manos al madero, sus pies taladrados con clavos punzantes, durante tres horas suspendido sobre la cruz, hecho una llaga viva emanando sangre, Nuestro Señor Jesucristo exclamó “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” y dando un fuerte grito expiró.
Y desde aquella hora, la cruz es motivo de gloria para nosotros, porque como canta la Iglesia: “Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo que al ser herido por la dura lanza derramó sangre y agua en abundancia para lavar con ellas nuestras culpas.”
En el Monte Calvario, -monte de la calavera-, donde la tradición judía afirma que fue sepultado Adán, brotó una fuente de vida; y aquel que bajo un árbol perdió la vida para él y para su descendencia por la desobediencia, la recupera debajo del árbol de la Cruz por la sangre derramada por el Hijo de Dios.
Con la Virgen María, adoremos esta sagrada Sangre, y aceptemos la cruz y el sufrimiento de cada día. Con el discípulo amado, meditemos tan augusto misterio y adentrémonos en ese Corazón abierto para conocer y tener los mismos sentimientos de Cristo. Con Santa María Magdalena, lloremos nuestra ingratitud y pecados, reparemos con amor tanto desamor.
PROPÓSITO: Dedicar un tiempo a meditar en el exceso de amor de Jesucristo al querer morir por nosotros y derramar toda su Sangre por nosotros.
JACULATORIA: Sangre de Cristo, derramada en la Cruz, sálvanos.
Para finalizar: