DÍA 14. SANGRE DE CRISTO, SIN LA CUAL NO HAY PERDÓN
Mes de julio a la preciosísima Sangre de Jesús
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Ante Jesús Sacramentado, visitándolo en el Sagrario ya presencialmente, ya espiritualmente, recitemos la siguiente oración compuesta por san Alberto Magno:
ORACIÓN A LA PRECIOSA SANGRE DE JESÚS
de San Alberto Magno
Yo te adoro, Oh Preciosa Sangre de Jesús, flor de la creación, fruto de virginidad, instrumento inefable del Espíritu Santo, y me regocijo al pensar que tú viniste de la gota de la sangre virginal sobre la cual el amor eterno imprimió su movimiento; Tú fuiste asumida por la Palabra y deificada en Su persona.
Yo estoy embargado de emoción cuando pienso de tu paso del corazón de la Santísima Virgen al corazón de la Palabra, y, siendo vivificada por el aliento de la Divinidad, volviéndote adorable porque te volviste la sangre de Dios.
Yo te adoro dentro de las venas de Jesús, preservada en su humanidad como el maná en la urna de oro, el memorial de la Redención eterna que El cumplió durante los días de su vida terrenal. Yo te adoro, Sangre de la nueva y eterna alianza, fluyendo de las venas de Jesús en Getsemaní, de la carne arrancada por los latigazos en el Pretorio, de sus manos y pies perforados y de su costado abierto en el Gólgota. Yo te adoro en los Sacramentos, en la Eucaristía, donde yo sé que estás sustancialmente presente...
Pongo toda mi confianza en Ti, Oh Sangre adorable, nuestra Redención, nuestra regeneración. Cae, gota a gota, en los corazones que se han alejado de Ti y suavízalos de su dureza.
Oh adorable Sangre de Jesús, lava nuestras manchas, sálvanos de la ira del ángel vengador. Irriga la Iglesia; hazla fructífera con apóstoles y trabajadores de milagros, enriquécela con almas que sean santas, puras y radiantes con belleza divina. Amén.
12.Sangre de Cristo, sin la cual no hay perdón
Los judíos ofrecían sacrificios para impetrar a Dios el perdón de sus faltas, pero aquellos sacrificios eran ineficaces por sí mismos. En tiempos de Juan Bautista, las gentes acudían a ser bautizados para que se le perdonasen los pecados, pero aquel bautismo no santificaba.
Para el hombre es imposible alcanzar el perdón de Dios por sus propios medios, porque la deuda del pecado es infinita.
Fue necesaria la Encarnación del Hijo de Dios, los méritos de Pasión y Muerte, su Sangre Preciosa derramada hasta el extremo, para satisfacer la injusticia infinita de nuestras culpas.
El hombre de hoy cree no tener pecados. Es más, presume de ellos en una sociedad totalmente dominada por las pasiones. El pecado privado se ha convertido en “virtud” pública de una sociedad sin Dios, sin moral, sin principios ni valores. El olvido de Dios nos lleva más que a la muerte, y muerte eterna.
Es en la Sangre de Cristo, en la cual hallamos el perdón y la vida. Cada vez que respondemos a la gracia de la conversión y acudimos al sacramento de la confesión, somos limpiados y purificados por esta Sangre que lava los pecados.
¡Y cuánta obstinación en no querer confesar! Al sacerdote, vamos a acusarnos, para ser liberados.
PROPÓSITO: Rezar por la conversión de los pecadores y si tenemos oportunidad invitarlos a acudir al sacramento de la penitencia.
JACULATORIA: Sangre de Cristo, sin la cual no hay perdón, sálvanos.
Para finalizar: