26 de enero
San Policarpo, obispo y mártir
Del Libro de S. Jerónimo, Presb., sobre los Escritores Eclesiásticos.
Cap. 17
Policarpo, discípulo del Apóstol San Juan, y por él ordenado obispo de Esmirna, fue primado de toda el Asia, y tuvo por maestros, o al menos conoció a algunos apóstoles y a algunos de los que habían visto al Señor. En tiempo del emperador Antonino Pío cuando gobernaba la Iglesia el papa San Aniceto, con el objeto de tratar algunas cuestiones sobre la Pascua, acudió a Roma, donde ganó de nuevo a la fe a muchos que habían sido engañados por Marción y Valentiniano. Habiendo encontrado casualmente a Marción, y preguntándole éste: “¿Me conoces?”, respondió: “Conozco al primogénito del diablo”. Más tarde, reinando Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, en la cuarta persecución después de Nerón, fue quemado vivo en Esmirna, estando presentes en el anfiteatro el procónsul y todo el pueblo que clamaba contra el Mártir. Escribió a los filipenses una Epístola muy útil, la cual, como dice San Jerónimo, se leía en sus días en las Iglesias de Asia.
Exp. de S. Ambrosio sobre el Salmo 118.
Sermón 21.
Los poderosos me han perseguido sin motivo, y mi corazón temió vuestras palabras. Con razón habla así el Mártir, ya que injustamente sufre las penas de las persecuciones, él, que nada arrebató, ni a nadie oprimió violentamente; no derramó la sangre de nadie, ni alimentó sentimientos adúlteros; y aunque cumplió todas las leyes, fue sometido a los mayores suplicios que se aplicaban a los malhechores. Hablando justamente, no fue atendido; hablando palabras de salud, fue perseguido, de suerte que pudo decir: “Al hablarles, me perseguían sin motivo”. Sin causa sufre la persecución, el que es perseguido sin haber cometido crimen alguno. Fue perseguido como culpable, cuando al confesar la fe era digno de alabanza. Fue tratado de mago aquél que se gloriaba en el Señor, siendo así que la piedad es el fundamento de todas las virtudes.
Es perseguido sin motivo, el que es acusado de impiedad por los impíos e infieles, cuando él enseña la fe. Mas aquel que es perseguido sin motivo, debe mostrar su fuerza, y su constancia. ¿Cómo, pues, el Profeta añadió: “Y mi corazón tembló a causa de tus palabras”? Temblar es propio de la debilidad, del temor y del miedo. Mas hay una debilidad que conduce a salud, hay un temor propio de los Santos: “Temed al Señor todos sus santos”; y “Bienaventurado el hombre que teme al Señor”. ¿Por qué es bienaventurado? Porque se complace en seguir sus mandamientos.
Oremos.
¡Oh Dios, que todos los años nos alegras con la fiesta de San Policarpo, mártir y obispo!: al celebrar su entrada en la gloria, danos el gozo de hallar en él un protector. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.