FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
De las Letras Apostólicas del Papa León XIII.
Breve «Neminem fugit» 14 de junio de 1892
Llegado el tiempo fijado por el misericordioso Dios para el cumplimiento de la gran obra de la reparación del linaje humano, dispuso con tal sabiduría las cosas que en los comienzos de esta obra se ofreciese al mundo el ejemplo de una Familia divinamente constituida, en la que todos los hombres pudiesen contemplar el modo más perfecto de la sociedad doméstica y de toda virtud y santidad. Tal fue la Familia de Nazaret, en la cual, antes de irradiar sobre todas las naciones el resplandor de la plenitud de su luz estaba oculto el Sol de justicia, Cristo, Dios y Salvador nuestro, permaneciendo desconocido con la Virgen, su Madre, y José, aquel hombre santísimo que ejercía con respecto a Jesús el cargo de padre. En cuanto a mutuas pruebas de amor, a santidad de costumbres, al ejercicio de la piedad en la sociedad familiar, y a las relaciones habituales, no cabe imaginar virtud alguna que no resplandezca en sumo grado en esta sagrada Familia, modelo de todas las demás, y si a ella atienden, fácilmente pueden hallar en la misma el ejemplo de toda virtud y una invitación a practicarla.
Los padres de familia tienen en San José un modelo admirable de vigilancia y solicitud paterna; las madres hallan en la santa Virgen, Madre de Dios, un ejemplo excelente de amor, de respeto modesto y sumisión propia de un alma animada de una fe perfecta; y los hijos ven en la sumisión de Jesús, un ejemplar divino de obediencia. Los de noble linaje deben aprender de esta familia de sangre real, a ser moderados en medio de las prosperidades, y a conservar su dignidad en las contrariedades. Los ricos podrán hacerse cargo de cuánto más deben estimar las virtudes que los bienes materiales. A los obreros y los que se ven duramente probados por su pobre condición, no les faltarán motivos para alegrarse más bien que entristecerse por la suerte que les ha cabido. Sus trabajos los ejercitó la Sagrada Familia: también tuvo necesidad San José de atender a los suyos con su trabajo, y aun, las mismas manos divinas se ejercitaron en las faenas de un arte mecánico. No debemos admirarnos de que hombres sapientísimos que abundaban en riquezas hayan renunciado a las mismas, eligiendo la pobreza para ser compañeros de Jesús, María y José.
Es muy puesto en razón que entre los católicos el culto a la Sagrada Familia introducido con tanta oportunidad, sea cada día mayor y alcance más grande incremento. Esto lo demuestran, así las asociaciones cristianas instituidas bajo la invocación de la Sagrada Familia, como los honores especiales otorgados por nuestros predecesores para promover para con ella el celo de la piedad. Este culto fue tenido en gran estima ya desde el siglo xvII, y propagado profusamente por Italia, Francia y Bélgica y casi por toda Europa; y de ésta, traspasando el Océano, se extendió a América por el Canadá. En nada mejor ni más eficaz pueden pensar las familias cristianas que en el ejemplo de la Sagrada Familia, compendio de la perfección y dechado de todas las virtudes domésticas. Viéndose implorados de esta suerte en el seno de las familias, Jesús, María y José acudirán en su auxilio, conservarán la caridad, ordenarán las costumbres, y moverán a sus miembros a la imitación de la virtud, dulcificando o haciendo soportables las calamidades que amenazan por todas partes. Con el propósito de aumentar el culto de la Sagrada Familia, el Papa León XIII ordenó que las familias cristianas se consagraran a la misma; y el Sumo Pontífice Benedicto XV extendió a la Iglesia universal su Oficio y Misa.