18 de enero. La cátedra de san Pedro en Roma
Sermón de San León, Papa.
Sermón 1 sobre los SS. apóstoles Pedro y Pablo, antes del medio.
Cuando los doce apóstoles, después de haber recibido del Espíritu Santo el don de hablar todas las lenguas, se distribuyeron las partes de la tierra para instruir en el Evangelio al mundo, el bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, fue destinado a la capital del Imperio romano, a fin de que la luz de la Verdad, revelada para la salvación de todas las naciones, se difundiese más eficazmente desde allí como de la cabeza por todo el cuerpo del mundo. ¿Qué nación no tenía representantes en aquella ciudad, o qué pueblos ignoraban lo que Roma había aprendido?
Allí debían ser aplastadas las opiniones de la filosofía y disipadas las vanidades de la sabiduría terrenal; y confundido el culto de los demonios; la impiedad del paganismo sacrílego había de ser destruida donde la superstición había reunido todos los vanos errores inventados en dondequiera que fuese. Bienaventurado Apóstol Pedro, no temes, pues, llegar a esta ciudad; y mientras que el Apóstol Pablo, compañero de tu gloria, está aún fundando otras iglesias, entras tú en esta selva poblada de bestias, y caminas por este océano profundo y agitado, con más valor que cuando caminabas sobre las olas.
Has instruido a los pueblos de la circuncisión que creyeron en tu palabra; fundado la Iglesia de Antioquía, en donde comenzó a aparecer el nombre tan digno de cristiano; llenado con la predicación de las leyes evangélicas el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia; ahora, sin dudar del progreso de tu obra, a pesar de conocer lo limitado de tu vida, vienes a enarbolar sobre Roma el trofeo de la cruz de Cristo, donde los decretos del cielo te han preparado el honor del poder y la gloria de la pasión.
Oremos.
¡Oh Dios, que, al entregar al apóstol San Pedro las llaves del reino de los cielos, le concediste la potestad de atar y desatar!; concédenos por su intercesión, ser liberados de las ataduras del pecado. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. R. Amén.