SÉPTIMA JORNADA
LAS JORNADAS DE LA VIRGEN CON SAN JOSÉ DESDE NAZARET A BELÉN
Con san Enrique de Ossó
Por la señal…
Oración al Niño Dios
Señor mío Jesucristo, Verbo eterno encarnado en las purísimas entrañas de la Virgen María, el amor que me tienes te ha hecho descender del seno del eterno Padre al seno de una Virgen, del seno de una Virgen a un pesebre, de un pesebre a una cruz, y de una cruz al sepulcro, para subirte otra vez al cielo. Ruégote por este tu infinito amor me perdones todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y vengas a morar en mi pecho y reclinar tu cabeza y descansar en él. No repares, divino Niño, que mi pecho haya sido cueva de basiliscos, pues he pecado; sino mira a los deseos de mi corazón y a las lágrimas de mis ojos, que te aclaman por su salvador y pretenden consolarte y acompañarte en estas jornadas de dolor, para merecer que Tú me acompañes con tu gracia en las jornadas de este miserable destierro hasta llegar a la última jornada de la gloria. Amén.
Oración a la Virgen Santísima
Virgen María, que estando encinta emprendéis con vuestro castísimo esposo san José las jornadas de Nazaret a Belén con suma pobreza y en el rigor del invierno, por cumplir con el mandato del César; os ruego, Madre clemente, admitáis mi ruin compañía, pues me ofrezco a acompañaros como criado, siervo y esclavo vuestro en tan penoso viaje. Mandad y disponed de mí y de todas mis cosas como cosa y posesión vuestra, porque mi mayor gusto y mi más constante anhelo es vivir y morir en vuestro servicio, ser vuestro paje y esclavo con mi padre y señor san José. Amén.
Oración a san José
Pacientísimo san José, esposo, ayuda y consolador de la Virgen María, reina de los cielos y Madre de Dios, en todos sus grandes trabajos, y muy especialmente en estas ocho jornadas; ruégoos humilde me concedáis piadoso el asociarme a vuestra compañía para regalar con vos a vuestra santísima esposa y Madre mía María. Mirad en qué puedo seros útil con mis servicios, pobres y cortos; pero no lo es el corazón, que desearía daros albergue en él por suplir el desamor y desvío de los hombres. Mandad, que vuestro siervo escucha… Tan solo os pido me alcancéis de Jesús y María el que sea feliz mi jornada del tiempo a la eternidad, y goce, por fin, de su compañía en la gloria. Amén.
Se lee el texto de cada día.
SÉPTIMA JORNADA
Del lugar donde advirtieron María y José la pérdida de Jesús
a Jerusalén
Composición de lugar. Contempla a María, tierna y delicada Virgen de diez y seis años, encinta del Hijo de Dios, montada sobre un jumentillo acompañada de san José, que le sirve de paje y guía, en lo más frío del invierno. Mira el camino, unas veces llano, otras montañoso, pero siempre escabroso y pesado por las nieves, lluvias, frío y viento. Contempla a san José cargado con el fardito de ropa del divino Infante, consolando a María y guiando el jumentillo del diestro por los pasos más seguros y veredas más suaves.
MEDITACIÓN
Contempla, alma mía, a María y José haciendo la jornada desde el lugar donde advirtieron un día la pérdida de su hijo Jesús hasta Jerusalén. ¡Oh, cuánto habían de sufrir la Madre y el Hijo con el casto José en esta jornada! María repetía en su corazón, al ver la ciudad deicida: “He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo mío será en ella entregado a los judíos, azotado, burlado, coronado de espinas y muerto en cruz”. ¡Qué dolor para una madre!... “Jerusalén, Jerusalén, repetía ya llorando en el seno de María el divino Infante; Jerusalén que matas a los profetas y a los que el Señor te envía para tu salud, ¡cuántas veces he querido congregar a tus hijos, como la gallina sus polluelos bajo sus alas, y no lo has querido!... ¡Ay, que esta ciudad tan hermosa, llena de gentes, será destruida y tributaria de las naciones!...” Considera el dolor profundo de san José al ver a su santa esposa llorar a lágrima viva en el Calvario, sin que pudiera mitigar su llanto y suavizar su dolor. Compadece a tan santos esposos, y calma con tu santa vida su penar.
Coloquios y súplicas
¡Oh Jesús, María y José! Grande es como el mar vuestro quebranto al llegar a la ciudad santa de Jerusalén. Aquí se doblaron vuestras penas cuando parecía habían de tener término vuestros dolores. ¡Pobre Hijo! ¡Pobre Madre! ¡Pobre padre! Yo os suplico con todas las veras de mi corazón, por el trabajo mayor de esta jornada, me dispenséis la gracia de que me aproveche del beneficio de la Redención, para que eternamente cante en vuestra compañía con los ángeles en la gloria: “Gloria a Dios en las alturas, y paz a los hombres de buena voluntad”. Amén.
Obsequio. Reza el Via Crucis, y oye Misa por la remisión de todos tus pecados y los de todo el mundo.
Jaculatoria. Jesús, José y María, aprovechen vuestros dolores al alma mía.
Se termina con la siguiente oración:
FELICITACIÓN
AL NIÑO JESÚS RECIÉN NACIDO
Yo os felicito y doy la enhorabuena y os doy gracias infinitas, oh mi Niño Jesús, por haber venido al mundo a salvarnos del cautiverio del pecado, y a restablecer la paz entre Dios y los hombres. Yo os felicito, porque descendéis del cielo a un pesebre para abrirnos las puertas del cielo, cerradas por la culpa. Yo os felicito, alabo, honro y os glorifico, porque bajáis del cielo a la tierra, como buen Pastor, para guiarnos, ovejas descarriadas, a vuestro celestial aprisco. Yo os amo y os adoro, Niño Jesús mío, con todo mi corazón, y os doy cuanto tengo y valgo. ¿Qué más queréis de mí? ¡Oh! Yo sí quiero de vos, Niño adorado, que me deis como rico aguinaldo en vuestras Pascuas de Navidad una centella de aquel divino fuego que habéis venido a meter en la tierra, ya que no deseáis otra cosa sino que arda en vuestro amor.
¡Oh fuego que siempre ardes, abrásame!
¡Oh brasa de amor divino, enciéndeme!
¡Oh incendio e infierno de amor divino, consúmeme y mándame ir a Ti, vivir por Ti, suspirar por Ti y morir de amor por Ti! Amén, Jesús.
***
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Ave María Purísima, sin pecado concebida.