MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE LA VISITACION DE LA SANTISIMA VIRGEN
2
de julio
Admiremos
la presteza de la Virgen Santísima en visitar a santa Isabel, tan pronto como
conoció la divina voluntad. Emprendió este viaje sin demora, no obstante lo
difícil del camino, " cruzado de montañas " (1), con el único
intento de poner en ejecución lo que Dios deseaba de Ella, pues en ninguna otra
cosa ponía mayor empeño.
Tal
prontitud le atrajo las bendiciones de Dios en esta visita, y fue causa de que
Dios obrase por su medio grandes prodigios.
Estimémonos
felices cuando Dios nos visita con sus inspiraciones. Seamos fieles en
seguirlas, porque a esta fidelidad vincula Dios ordinariamente muchas gracias,
que no concede sino en cuanto se lleva a la práctica lo que El manifiesta ser
voluntad suya, respecto de aquellos a quienes las otorga. Dios nos comunica sus
santas inspiraciones con el único fin de que seamos diligentes en ponerlas por
obra, a fin de cumplir con exactitud su santa voluntad.
Apremiaba
el Señor a la Santísima Virgen para que visitase a santa Isabel, pues
pretendía por la presencia de Jesucristo su Hijo, santificar a Juan Bautista, y
librarle del pecado original, cuando aún se hallaba en el seno de santa Isabel,
su madre.
Como
destinado san Juan a ser precursor de Jesús, era muy conveniente que fuera
santificado con antelación - por gracia particular de Jesucristo, salvador de
todos los hombres - ya que tenía como misión anunciar su venida.
Por
eso inspiró Dios a la Virgen Santísima, tan pronto como hubo concebido, que
fuese con toda presteza a visitar a su prima, de modo que Jesucristo descubriese
su venida a san Juan y, estando aún en el seno de María, obrase su primer
milagro en provecho de su precursor, y éste honrase a Jesús. saltando de
júbilo (2) por la presencia del Salvador.
Roguemos
a Jesús que se digne visitarnos y obrar en favor nuestro algún milagro de la
gracia, excitando nuestra voluntad a hacernos particular violencia en la
práctica de determinada virtud que nos inspire especial repugnancia.
No
se contentó Dios con otorgar a san Juan en esta visita una gracia
extraordinaria, en virtud de la presencia de Jesús, su único Hijo. Quiso
también, por la presencia de la Virgen Santísima, comunicarse de tal modo a
santa Isabel, que inmediatamente fuese llena del Espíritu Santo (3), y
conociese que María era la Madre de Dios. Todo lo cual le dio a entender cuán
grande ventura disfrutaba, y cuánta razón tenía para sorprenderse de que la
Madre de su Señor la visitara (4).
Admirad
lo provechosa que resultó la visita de la Santísima Virgen, tanto a san Juan
como a santa Isabel. Y, puesto que recibís la honra de ser visitados por Dios
cada día en la oración, y frecuentemente por Jesús en la sagrada comunión;
procurad que tales visitas no vengan a ser inútiles, sino que unas y otras os
acarreen tal copia de gracias, que, merced a ellas, adquiráis siempre algunas
virtudes, y tendáis de modo más resuelto a la perfección
Y
no dejéis de examinar, de cuando en cuando, cuál es el fruto que habéis
sacado de tales visitas.