jueves, 18 de julio de 2019

COMO SANTA TERESA, DEJAR QUE DIOS PASE Y ENTRE EN NUESTRA VIDA. Homilía



 Homilía en el inicio del Encuentro Vayamos Jubilosos
Queridos sacerdotes, queridos diáconos, seminaristas, religiosas, queridos hermanos todos:
Con esta celebración de la Santa Misa damos comienzo al II Encuentro Vayamos Jubilosos para familias y amigos de la liturgia tradicional. No puede ser un comienzo mejor, nos recuerda el magisterio reciente que la Santísima Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida de la Iglesia y por tanto de todos los creyentes. Con más razón si la motivación que nos reúne aquí durante estos días en nuestro amor por la Santa Misa, por la Sagrada Liturgia de siempre: un intenso deseo de conocer y profundizar en este precioso tesoro, como dice el Papa Benedicto XVI  nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto.
Providencialmente, ha querido el Señor que nos encontremos en este lugar histórico para la Orden Carmelitana y también para la Iglesia, como es el Monasterio de la Encarnación. Debido a la falta de capacidad en la Casa de Cubas de la Sagra, donde tuvimos el anterior encuentro y después de tantear otros posibles centros de la Iglesia donde poder realizarlo, se convino finalmente en realizarlo en Ávila bajo el patrocinio especial de la gran mística y reformadora.
Doña Teresa de Ahumada entró en este monasterio a la edad de 20 años, era este un antiguo beaterio convertido en convento en 1479. Se encontraba el monasterio afectado por la gran decadencia y relajación en que había ido cayendo la vida religiosa desde el siglo XIV, la falta de observancia de la regla, la mitigación de las costumbres y los usos monásticos e incluso la falta de criterio en la admisión al noviciado como lo demuestra que en el plazo de diez años se pasase de 27 monjas al centenar, llegando hasta doscientas en tiempos de  Santa Teresa. Se vivía por entonces una gran desigualdad dentro del claustro, estando bien acomodadas las monjas procedentes de familias ricas teniendo, además de dinero para el propio uso, algunas mancebas o criadas que las servían, mientras otras más pobres, se veían obligadas a pedir limosna o realizar ciertos trabajos dentro e incluso fuera del monasterio. Todo ello relajaba totalmente la clausura y permitía la entrada de seglares sin excesivo control. Estas circunstancias dieron también lugar a la casi desaparición de la vida en común, pues ni siquiera se reunían para comer en el refectorio y lo que es más grave, mientras unas religiosas comían y no carecían de nada, otras pasaban verdaderas calamidades.
Con certeza podemos decir que Santa Teresa no entró en el monasterio ideal. Era no obstante, el lugar que la Divina Providencia había destinado para ella. Tres años después, enferma gravemente; tanto que permanece cuatro días en coma,  llegándola a dar por muerta. En la lucha contra sus enfermedades, Santa Teresa entendió el combate contra las debilidades y las resistencias a la llamada de Dios. Poco a poco fue madurando la llamada divina al mismo tiempo que experimentaba el desprendimiento de lo que amaba en el mundo: la muerte de su padre y la emigración a América de todos sus hermanos acabaron rompiendo definitivamente su vinculación con el mundo para entregarse por entero al servicio del Reino, en los proyectos que Dios dispuso para ella.
El encuentro personal con Jesucristo fue realizándose paulatinamente en su vida, ya no miraría más atrás, como hemos oído en la epístola del libro de la Sabiduría santa Teresa podría decir con certeza: le preferí  a los reinos y tronos, y en su comparación tuve por nada las riquezas; y no comparé con Él  las piedras preciosas, porque todo el oro respecto de Él no es más que despreciable arena, y a su vista la plata será tenida por lodo.
De este encuentro íntimo con el Señor, especialmente en los misterios de su Pasión muy especialmente en la Santísima Eucaristía, Santa Teresa realizará una lectura de la situación social y religiosa que tiene ante sí. Muy especialmente de la tarea de emprender la reforma de la Orden, de colaborar en la renovación y refuerzo de la Iglesia en plena revolución protestante, y de contribuir a la restauración de la vida cristiana en la sociedad desde una experiencia de auténtica conversión en unos tiempos en que primaba la apariencia, obsesionados con la pureza de sangre, la honra, el ser cristianos viejos…
Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado

En este monasterio de la Encarnación, donde Santa Teresa regresa como priora en 1571 con los monasterios de la Reforma ya en marcha, tendrá lugar a pocos metros de aquí una de sus grandes experiencias místicas: la transverberación, con razón hay una placa en el suelo que anuncia: la tierra que pisas es Santa. Este fenómeno en el cual la persona que logra un alto grado de unión íntima con Dios, siente traspasado el corazón por un fuego sobrenatural lo describirá la Santa como un querubín precioso bajado del trono de Dios que tenía en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios.
Santa Teresa vivo a partir de entonces con más intensidad la virtud de la caridad. Inmersa por entero en el amor divino, que, inspirada por Dios, emitió el voto, difícil en extremo, de hacer siempre lo que ella creyese más perfecto y para mayor gloria de Dios", como dijo el Papa Gregorio XV sobre la experiencia mística de la Santa al hacer pública la Bula de su Canonización.
Queridos hermanos, también a nosotros quiere el Señor, en esta tarde, en estos días, en nuestra vida, pasar y tocarnos el corazón y dejarlo encendido de amor. Jesús nos ha dicho en el santo evangelio: Venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis el reposo para vuestras almas. Todo lo que vamos a realizar en estos días no tiene otro objetivo que aceptar la invitación de Nuestro Señor y acercarnos a Él. Contemplar con Teresa el fuego del amor divino que brota del Corazón latiente en el Sagrario, que purifique nuestro orgullo y nos haga humildes, pues como dice la Santa, andar en humildad es andar en verdad, y nosotros queremos ser conducidos por el Espíritu Santo hasta la Verdad Plena. Que el Señor pase por nuestra vida, nos deje una herida en el corazón para que experimentemos la ternura, la compasión por los demás, aceptando con docilidad que sea la Palabra divina la que vaya modelando nuestra alma, transformándola para vivir nuestra fidelidad a Dios, que es siempre fidelidad a la Iglesia.
A la Madre del Carmelo, Nuestra Señora nos acogemos que nos proteja maternalmente con su santo escapulario, para que en medio de las adversidades y contratiempos que azotan la barca de la Iglesia, lleguemos al puerto de nuestra Salvación, Jesucristo Nuestro Señor.