Que
la primera preocupación de quienes enseñan a los niños ha de ser apartarlos
del pecado
MEDITACIÓN PARA EL DOMINGO TERCERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
San Juan Bautista de la Salle
Por
ser " ministros de Dios " en el empleo que ejercéis, estáis
obligados vosotros a " cooperar con El " (1) y a secundar sus
designios de salvación para con los niños sometidos a vuestra tutela,
particularmente con los más inclinados al desorden. Así os lo señala el
evangelio de hoy, al proponeros la parábola de aquel buen " pastor que
tenía cien ovejas y, habiendo perdido una, desatendió las noventa y nueve para
ir en busca de la extraviada "(2).
Del
mismo modo, debéis velar más vosotros sobre los propensos a descarriarse que
sobre aquellos que se entregan al bien y practican la virtud como de suyo.
Es
menester no escatimar medio alguno hasta conseguir que vuelvan a Dios los que
veis sujetos a algún vicio; pues, como dice el Señor: No es voluntad de
vuestro Padre celeste que uno solo de estos pequeñuelos perezca (3).
Y
como es Él quien se sirve de vosotros para guiar los por la senda de la
salvación, daos trazas para que no se descarríen o, si se extravían, para que
vuelvan a ella cuanto antes: a vosotros incumbe ayudarles a seguir el buen
camino.
Una
de las cosas que más contribuyen a que se pierda la juventud, es la
frecuentación de las malas compañías. Pocos se pervierten por la malicia de
su corazón; la mayor parte se corrompen por el mal ejemplo y las ocasiones que
les salen al paso.
Por
eso, los que tienen niños que instruir, nada deben tomar tan a pechos como
estorbar que sean seducidos por el uno y por las otras; pues, si la debilidad de
los hombres es grande, a causa de su inclinación al pecado; la de los niños es
mucho mayor aún, debido al deficiente uso que todavía tienen de la razón, y a
que, Por tanto, está la naturaleza más viva en ellos, es sumamente propensa a
gozar de los placeres sensibles y, en consecuencia, a dejarse arrastrar por el
pecado.
Poned,
pues, toda la diligencia posible en alejar de las malas compañías a vuestros
discípulos, y dadles oportunidad, de que sólo frecuenten las buenas; a fin de
que, no recibiendo así más que impresiones saludables, practiquen el bien con
toda facilidad.
Dios
ha suministrado a los hombres dos me dios seguros para apartarse del pecado y
conservar la gracia: la oración y los sacramentos. Por consiguiente, nada debe
procurarse a los niños con mayor empeño, para inspirarles horror al vicio, que
el amor a la oración y el frecuente uso de los sacramentos.
Hay
que estimularlos a elevar a Dios sus plegarias y a que lo hagan a menudo y con
atención. Es preciso darles a conocer las disposiciones santas con que deben
prepararse a recibir dignamente los sacramentos, y animarles a hacerlo con
frecuencia, para que conserven su alma limpia de todo pecado.
En
esos dos medios debéis insistir principalmente, durante las instrucciones que
dais a los alumnos, para mantenerlos alejados de la culpa.
Tenéis
también que orar mucho por los que veáis me nos inclinados al bien, a fin de
que Dios infunda en sus corazones el deseo de salvarse. Sois para con ellos
" mediadores de que Dios se sirve para enseñarles los me dios de conseguir
la salvación " (4).
Desempeñad,
pues, respecto de ellos el oficio con que Dios os ha investido ya que os pedirá
cuenta de su perdición si, por no haberlos alejado del mal y animado al bien,
cayeren en el desorden.