San Juan Bautista de la Salle
Adorad este sagrado misterio, de todo punto inasequible a los sentidos y aun a la misma razón; los ángeles y santos lo reverencian sin haber conseguido penetrarlo jamás.
Daos por satisfechos vosotros con venerarlo unidos a ellos; y, anonadados de corazón y de espíritu ante él, confesad de plano que todo cuanto podéis decir y pensar es que hay un solo Dios en tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Ved ahí el objeto de la más profunda veneración de la Iglesia tanto en la tierra como en el cielo.
En presencia de arcano tan inefable, toda rodilla se dobla en el cielo, en la tierra y en los infiernos (1); y vosotros reconoced, con todos los espíritus bienaventurados, que Santo, Santo, Santo es el Señor todopoderoso, y que el mundo universo está lleno de su gloria y de su majestad (2). El es quien verdaderamente merece el único a quien es debida toda la gloria, porque no hay otro fuera de Él que por sí mismo sea algo.
Tributad hoy vuestros homenajes a este divino misterio, y proclamad que aventaja a cualquier otro, porque es el principio de todos los demás.
Con justa razón puede llamarse misterio de fe, el misterio de la Santísima Trinidad, porque sola la fe brilla en él. Ella exclusivamente nos lo descubre, aunque de modo somero, y en cuanto su inteligencia es posible durante la vida presente.
Ella sola nos permite fijar la consideración de nuestra mente en este supremo arcano, que excede infinitamente la capacidad de la razón humana. Ella sola, arrancando a nuestro espíritu de las tinieblas de la infidelidad, lo introduce muy adentro en tan sagradas oscuridades, de que la fe se sirve para tenernos cautivos.
¡Bienaventurada oscuridad que vela nuestro entendimiento y humilla nuestra razón!
En los restantes misterios de nuestra fe, perdura algún elemento sensible que los acompaña, y presta apoyo en alguna medida a los sentidos y a la inteligencia; mas, en éste, ni los sentidos ni la razón tienen cabida posible.
Pedid, pues, a Dios acopio de fe para creer tan sagrado misterio y proclamad - confesando a voces un Dios en tres personas - que son " dichosos los que, sin haber visto, creyeron " (3).
Si es verdad que este dogma, por no tener semejante en eminencia y santidad, constituye el primer objeto de la veneración de todos los fieles; es tanto más digno de respeto para vosotros cuanto os habéis obligado a enseñarlo y exponerlo a los niños, que son las plantas animadas del campo de la Iglesia.
Ellos, no menos que vosotros, fueron consagrados a la Santísima Trinidad desde el día de su Bautismo; llevan su sello estampado en el alma, y son deudores a este adorable misterio de la unción de la Gracia, que se derramó en sus corazones.
Está muy puesto en razón, por tanto, que vosotros, encargados de descubrírselo en la medida que lo permite la fe, lo reconozcáis como manantial de toda luz, sostén de la fe y primer fundamento de nuestra religión.
Con ese intento, debéis honrar de modo particularísimo este día a la Santísima Trinidad y consagraros a ella sin reserva, para contribuir cuanto os fuere posible a extender su gloria por toda la tierra (4).
Penetraos a este fin del espíritu de vuestro Instituto, y Vivid animados del celo con que Dios quiere henchiros, para que deis a los alumnos la inteligencia de tan sagrado misterio.